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ASTROLOGÍA: EL MANIFIESTO 3/4
por Patrice Guinard

-- traducción Angeles Rocamora --



Nota de la Traductora: "Tras algunos meses de trabajo sobre esta tesis, y cada vez más cerca del espíritu con el que fue concebida por su autor, creo más firmemente que es un texto básico y fundamental en dos direcciones: tanto para la formación de cualquier astrólogo que sea coherente consigo mismo y con su trabajo, como para el científico o escéptico que quiera argumentar (y no desde la ignorancia) contra la Astrología. Así también, creo que Patrice Guinard con este trabajo contribuye, como la llamó Raymundo Lulio, a hacer Magna a este Arte. Seguir denostanto la Astrología tras leer esta tesis es simplemente una cuestión de orgullo."


CONTENIDO

 7. La Polémica Antifatalista
 8. La Astrofobia Cientifista
 9. La Mistificación de las Estadísticas
 10. La Ergotería Ideológica y Moral

 EL MANIFIESTO 1/4
 EL MANIFIESTO 2/4
 EL MANIFIESTO 4/4

 

7. La Polémica Antifatalista

"No hay que creer que a los hombres todo les llega por una causa celeste (...)
Las cosas inferiores cambian por un destino natural y mutable,
aunque éstas tomen del mismo cielo las causas primeras de sus cambios,
los cuales les llegan después por alguna consecuencia". (Claudio Ptolomeo)
 

      Raros son los saberes que, como la astrología, deben hacer frente perpetuamente a sus detractores. De ello resulta que frecuentemente las "defensas" se anexan a sus tratados, sobre todo después del Renacimiento. En el contexto cultural moderno, la astrología está menospreciada; sus principios son negados; sus prácticas son despreciadas. Está sometida a justificarse en lo relacionado a los diversos presupuestos, usos, creencias y descreencias institucionalizadas. No existe un manifiesto universitario contra el psicoanálisis, el Vudú, el materialismo histórico o el inmaterialismo de Berkeley: ningún culto, doctrina o práctica es vilipendiada regularmente hasta ese punto por los pontífices de la inteligencia, y borrada por la sordera escéptica de los sabelotodo. ¿Será que se presiente a la astrología, de nuevo, como virtualmente portadora de una verdadera alternativa al pensamiento unidimensional (Herbert Marcuse) y a la sociedad del Espectáculo (Guy Debord)? En este caso, es labor de los astrólogos el tomar conciencia de su tarea, la cual consiste esencialmente en pensar la astrología, incluso sin permiso de investigación (François Furet), y no liquidarla en las rebajas al precio del mercadeo, del cinismo y de la cobardía, generados y sostenidos por la mentalidad actual.

      La vulgarización y el disfraz del discurso astrológico por los fabricantes de firmas "horoscópicas", los vendedores de servicios telemáticos y los mercaderes de recetas, sostenidos con placer por los medios de comunicación y editoriales, le perjudican aún más que el ostracismo de los medios científicos y universitarios. Los difusores cuidan de lo que no aparece en la escena cultural más que como sucedáneos de astrología. Esta política de recuperación abraza muy estrechamente las necesidades del consumo cultural de masa, y refuerza el descrédito y las negaciones apriorísticas de una gran parte de los ambientes intelectuales. Los escaparates de las librerías de gran difusión, multiplican los productos insípidos en detrimento de las obras de calidad. Esta situación, ya impensable hace veinte años, excita el activismo anti-astrológico.

      Las objeciones contra la astrología pertenecen a cuatro series: los argumentos antifatalistas, los argumentos físico-astronómicos, los argumentos ideológicos, y los argumentos técnicos. Y la tontería astrófoba reviste al menos tres formas: sociologista, que epiloga sobre las prácticas comerciales de un medio astrológico ampliado a los tiradores del tarot, videntes y adivinos de todo género, historicista, que examina un cadáver al que no sabe dar vida [1] , y cientifista (forma compatible con la precedente), que niega toda semejanza con una realidad de la que no sabe darse cuenta.

      El epistemólogo de origen austríaco Paul Feyerabend (1924-1994) apunta sobre el tema del famoso manifiesto anti-astrológico de 1975 [2] : "El juicio de los "186 científicos eminentes" se apoya tanto sobre una antropología antediluviana, sobre la ignorancia de los más recientes resultados de sus propias disciplinas (astronomía, biología, y sus correlativas), como sobre una incapacidad de percibir las implicaciones de los resultados que ellos conocen. Esto muestra hasta qué punto están dispuestos a imponer su autoridad, incluso en los campos donde no tienen ninguna competencia particular".[3]  La ideología cientifista, heredera del moralismo astrófobo de los teólogos cristianos, legisla en el nombre de sus certezas y de sus prácticas. Normal: ya que sus presupuestos han reemplazado los dogmas de la Iglesia, ya que sus técnicas han invadido nuestros modos de vida, ya que sus discursos se despliegan en los mismos lugares académicos que los de los teólogos cristianos del pasado, y ya que, en fin, hoy no hay ya horizonte espiritual fuera de la ciencia como en la época medieval no lo había fuera del cristianismo.

      Los primeros adversarios de la astrología, los greco-romanos, después los judeo-cristianos, herederos de la argumentación antifatalista del probabilista Carneades (~214-129), han ignorado las obras astrológicas más serias, y se han contentado, a semejanza de un Cicerón, con una polémica literaria de retaguardia. Como lo ha señalado el americano Lynn Thorndike, uno de los raros historiadores de envergadura -y puede que el primero- quien ha sabido tratar la historia de la astrología, de la magia y de la alquimia con competencia y una cierta simpatía: "Solos, los adversarios de la astrología han permanecido ignorantes del Tetrabiblos, han seguido volcando sobre este arte, críticas que no se aplican en la presentación que Ptolomeo hizo o a las que precisamente respondió. Así, alrededor del año 200, Sexto Empírico ataca la astrología sin mencionar el Tetrabiblos, y ciertos críticos cristianos de la astrología aparentemente no lo han leído." [4]

      Sin embargo, el tratado tardío de Ptolomeo es el resultado de un largo período de maduración. Después del resurgimiento de la filosofía presocrática y del movimiento de la sistematización, de donde nacen en el siglo IV y III las cuatro escuelas cardinales de la filosofía griega -la Academia de Platón, el Instituto de Aristóteles, el Jardín de Epicuro y el Pórtico de Zenón- se instala un curioso eclipse de la metafísica griega, amplificado en los tratados de historia de la filosofía. Es precisamente la época (250 a. de C. - 150 d. de C.) en la que la filosofía astral, bajo influencia estoica, florece en Atenas y Alejandría. Los historiadores de la filosofía han prestado bastante poca atención al movimiento del pensamiento constituido de astrología, magia, teurgia y de filosofía religiosa pagana, que tomó el relevo de la metafísica griega e inmediatamente precedió la instalación del cristianismo.

      El académico pragmático Carneades de Cirene emprende una polémica -célebre por haber sido recogida por todos los adversarios de la astrología, desde su discípulo Clitómaco de Cartago (~187-110) hasta los enciclopedistas y los historiadores de las supersticiones de los siglos XVIII y XIX- contra el fatalismo estoico y contra las teorías astrológicas de inspiración babilónica. Defendidas por Cléanthe y después por Crisipo. Franz Boll apunta que los argumentos de Carneades son recogidos en un ambiente cristiano sin cambios notables [5]  y David Amand subraya el psitacismo de la polémica: "Siempre es la misma canción la que nos sacan a colación con una monotonía desesperante; son los mismos argumentos tradicionales los que hacen valer sin cansarse. Añadamos que esta polémica, que no se renueva nada, tan siquiera se ha adaptado seriamente al perfeccionamiento de las teorías y de las técnicas astrológicas". [6]  Los análisis de Carneades y del escéptico Sexto Empírico [7]  se inscribían en una crítica general del conocimiento y del dogmatismo filosófico; ya no es lo mismo hoy, que nos encontramos opiniones precipitadas de los más tristes representantes del saber autorizado, y sobre todo de los astrónomos y biólogos moralizadores, discípulos sin imaginación de sus mayores de los siglos pasados: de un Jean Sylvain Bailly, de un Jean-Baptiste Delambre o incluso de un Camilo Flamarión. [8]

      La argumentación antifatalista apunta hacia una doctrina que sobredetermina [*] contenidos y significaciones, sobrestima la eficacia de las "influencias" astrales y la capacidad del espíritu de evaluar las transformaciones que suscitan, y sobre todo desconoce el poder de los demás factores de condicionamiento, repartidos por Ptolomeo en tres clases: la herencia, los factores telúricos y el medio socio-cultural. [9]  Esta argumentación contiene esencialmente las objeciones desarrolladas oralmente por Carneades ante sus discípulos [10] : destinos diferentes de individuos nacidos en el mismo momento y por lo tanto, sus temas natales son semejantes, muerte colectiva en el transcurso de una guerra o de una catástrofe natural, de individuos nacidos en momentos diferentes (argumento inverso al precedente), semejanza física y psicológica de individuos nacidos bajo un mismo clima y en el seno de un mismo aire cultural [11] , y destinos diferentes de un individuo y de un animal que habrían nacido en el mismo momento. [12]  Es cierto que los argumentos antifatalistas, de los que David Amand atribuye la paternidad a Carneades, se aplican con precisión a la mayoría de los escritos astrológicos de esta época, fuertemente tributarios de las fuentes greco-egipcias de los dos siglos precedentes, a saber, de toda la primera literatura hermética (~siglo III a. de C.), de los Salmeschoiniaka, y del Liber Hermetis Trimegisti señalado por Thorndike y editado por Gundel. [13]

      Queda la famosa objeción de los gemelos, expuesta por Cicerón [14]  con los demás argumentos de Carneades, y discutida por San Agustín. [15]  El astrólogo pitagórico Publius Nigidius (99-45) fue llamado Figulus (el portero) por haberla refutado comparando la esfera celeste a un recipiente que gira a gran velocidad, justificando así la diferencia gemelar por el desfase infinitesimal de los momentos de sus nacimientos. Ahora bien, es dudoso que los pocos minutos que separan la salida del vientre materno de dos "verdaderos gemelos" (univitelinos) sean astrológicamente significativos. A partir de esto, parece que la diferenciación a menudo observada a nivel del carácter, del comportamiento y sobre todo de la escritura, pueda interpretarse por su reparto de las tendencias del tema natal. En efecto: si los gemelos forman una entidad a dos, el argumento se vuelve en contra, no contra la astrología, sino contra la concepción común de una determinación estrecha del individuo por las solas influencias conjugadas de la herencia y del medio socio-familiar, las cuales, en este caso, son muy a menudo idénticas. A menos que "el libre albedrío", mezclado en fuerte dosis con el "azar", no decida, por ejemplo, la escritura...

      La primera astrología mesopotámica sumerge sus raíces en la antigua cosmogonia sumeria: no es fatalista, ni causalista, sino que está fundada en la correspondencia entre arriba y abajo, lo celeste y lo terrestre, es decir, entre Anu (etimológicamente lo arriba), el dios creador, sin función particular, y Ea (etimológicamente señor de abajo), dios del conocimiento y civilizador del género humano. Su relación estaba administrada por Enlil (etimológicamente señor atmósfera), el maestro de los destinos, regidor del espacio entre el cielo y la tierra. Este ternario ontológico no implicaba ninguna acción de lo divino sobre lo humano, ni ninguna relación de causa y efecto (como en la concepción aristotélica), sino una armonización de la que Enlil se hacía cargo, pero que Ea, protector de los exorcistas, tenía la capacidad de transfigurar.

      En el primer texto "astrológico" conocido, la serie Enûma Anu Enlil [16]  , compilada antes del siglo XV a. de C., el fenómeno astronómico es una advertencia, una señal a interpretar. La selección reunía 70 tablas de presagios [17]  , cada uno enunciándose bajo la forma de una proposición doble: la prótasis (que marca una condición y describe un acontecimiento, una situación o un estado astronómico) y la apódosis (que marca una consecuencia y sugiere una interpretación). Como lo apunta De Wynghene: "Literalmente, habría que traducir por dos proposiciones principales: Este fenómeno ha sido observado: (así pues) este acontecimiento tiene o tendrá lugar."[18]

      Esta forma sintáctica se encuentra en la mayoría de los tratados adivinatorios y "científicos", comprendidos los "códigos de ley", de los que tenemos el famoso código Hammurabi (la prótasis enunciaba el delito, y la apódosis el castigo). Podemos leer en un manual babilonio: "Los signos celestes, como los que aparecen sobre la tierra, nos dan indicios". [19]  El enunciado ominar es primero una constatación, la de la experiencia acumulada por generaciones de expertos y de observadores. Es a continuación una ley y un imperativo, a los cuales la comunidad y el soberano mismo debían someterse. Es, sobre todo, una posibilidad que reserva a los expertos un margen de maniobra en su aplicación y en su interpretación.

      El astrólogo de la época, el thupshar Enûma Anu Enlil, era una especie de magistrado al servicio de Enlil, encargado de interpretar los decretos divinos. No cree en una estricta influencia de los astros. Además, Anu es un dios misterioso, insondable, poco accesible. Por otro lado, el astrólogo-astrónomo era secundado por el ashipu, conjurador-médico dependiente de Ea, cuya función era realizar procesos de exorcismo, susceptibles de atenuar el rigor del destino. Un milenio y medio antes de la polémica antifatalista carneadiana, la primera astrología akadiana estaba ya bien lejos de revestir el carácter antifatalista imputado a las doctrinas astrológicas ulteriores.
 

8. La Astrofobia Cientifista

"Cuando nos ponemos en el punto de vista del astrólogo, la astrología es inatacable. (...)
Podemos rechazarla por medio de una crítica exterior,
no podemos destruirla por una crítica inmanente.
Es una metafísica tan coherente como la del aristotelismo". (Éric Weil, 1938)

      Los argumentos físico-astronómicos no han sido tenidos en cuenta sino bastante tardíamente en la polémica anti-astrológica. Además, no han sido nunca decisivos, aunque algunos cientifistas extraviados puedan creerlo aún y sigan haciéndolo oír. Postular que el astrónomo, en razón de sus competencias, estaría "bien emplazado" para juzgar la pertinencia de la marcha astrológica, es una impostura. Por otro lado, los astrónomos absorbidos por una verdadera investigación no pierden el tiempo en desacreditar la astrología. Como apunta Feyerabend, los científicos "consideran como algo que cae por su peso que se deba preguntar a un astrónomo y no a un astrólogo, sobre el fundamento de la astrología. (...) Unos ignorantes y vanidosos están autorizados a condenar unas formas de ver de las que no tienen nada más que la idea más confusa, con argumentos que ellos no tolerarían ni un segundo en su propio campo de investigación." [20]  Incluso si la astrología se apoya en la astronomía, requiere de otros conocimientos, otro acercamiento a la realidad y un enfoque cognitivo ajeno a los métodos de las ciencias físicas. En suma, la astrología atañe a otra lógica[21]  Por otro lado, algunos astrónomos se erigen contra la astrología no tanto como científicos, sino como ideólogos y representantes pontificios de la institución científica.

      El heliocentrismo no impide el estudio de las incidencias planetarias relativas a referencias topo y geocéntricas. Contrariamente a lo que afirmen perentoriamente Bouché-Leclerq, Cumont y Wedel [22], la "revolución coperniciana" no ha contribuido a desacreditar la astrología, aún avalada por la mayoría de los astrónomos, físicos y médicos entre 1550 y 1650. [23]  Bernard Capp muestra que éste período marca, precisamente, el apogeo de la astrología inglesa. [24]  Los ambientes científicos de este primer siglo coperniciano están muy unidos al principio de armonía cósmica y a sus consecuencias astrológicas: habrá que esperar más de un siglo después de la publicación, en 1543, del De revolutionibus orbium coelestium de Copérnico para que se precise la noción de universo y para que se pierdan todo los sentidos y todo lo que está en juego en la de cosmos.

      Son precisamente los astrólogos-astrónomos post-copernicianos los que sostienen la astronomía nueva: como lo apunta Thorndike, la teoría coperniciana ha sido enunciada en un entorno astrológico, y es una falsificación de la historia de las ciencias el intentar de erradicar las huellas de este hecho que ha impregnado el espíritu de la época. [25]  Dos astrólogos-astrónomos alemanes, nacidos medio siglo antes de Kepler, fueron los anunciadores y los más salvajes defensores de la teoría coperniciana. Georg Joachim von Lauchen (1514-1576) [26] , latinizado bajo el nombre de Rheticus, acude a Polonia en 1539 para trabajar con Copérnico, publica en Dantzing en 1540 su Narratio prima que defiende simultáneamente el heliocentrismo y la astrología, e incita a su antecesor a publicar su tratado. Erasmus Reinhold (1511-1553) publica en 1542 un prefacio a un tratado de astronomía, favorable a la astrología, y en 1551 las primeras efemérides copernicianas, las famosas Tablas pruténicas. A pesar de los trabajos de Thorndike, muy a menudo citado y verdaderamente poco o mal leído, se continúa a declarar que los astrólogos y/o la astrología habrían ralentizado el éxito del heliocentrismo en los ambientes científicos. [27]

      En su conjunto, el medio astrológico inglés sostiene a Copérnico, a semejanza de Thomas Digges (~1545-1595) o del célebre John Dee (1527-1608): "Durante el primer cuarto del décimo séptimo siglo, los astrólogos ingleses eran los mismos hombres, con algunas excepciones, que los que estaban unidos en el éxito de la revolución astronómica". [28]  Mary Bowden añade que en el siglo XVI, los oponentes de la astrología no eran los astrónomos, sino los eclesiásticos puritanos. [29]

      El argumento de la precesión de los equinoccios aparece ya con Origène. El astrólogo Firmin de Belleval (siglo XIV) lo tiene en cuenta. Enseguida es utilizado contra la astrología por Nicole Oresme en su Contra divinatores horoscopios (1370), por el teólogo Jean Gerson, por Juan Pico y por otros, antes de llegar a convertirse en la tarta de crema de la sofística cientifista. La mayoría de los astrólogos, después del establecimiento del comienzo del zodíaco en el punto vernal por Hiparco de Nicea (190-120 a. de C.), y sobre todo después de Ptolomeo, tres siglos más tarde, se refieren a un zodíaco tropical, fundado en la división en tres signos tropicales de cada uno de los cuatro cuadrantes delimitados por las intersecciones de la eclíptica y del ecuador celeste. Sin embargo, ciertos oscurantistas continúan invocando la influencia de las constelaciones y el argumento según el cual el significado simbólico del signo estaría ligado a la época en la que la constelación ha sido circunscrita y nombrada por primera vez. Ignoran que lo esencial del contenido semántico de los signos no ha sido elaborado más que muy tardíamente, en los medios herméticos greco-egipcios de los primeros siglos antes de la era cristiana, en una época donde, precisamente, los signos y constelaciones coincidían.

      Los signos astrológicos no tienen ya hoy una relación con las constelaciones siderales, que permanecen como agrupaciones aleatorias de estrellas en unos límites inciertos. Un abismo separa la constelación de Escorpio, que cuenta con una quincena de estrellas de tamaño 1, 2 o 3 (fuerte luminosidad), como Antares, Shaula, Akrab y Deschubba, y la constelación de Cáncer que no cuenta con ninguna. ¿Cómo comparar o unir la estrella principal de Tauro, Aldebarán, distante unos sesenta años luz de la tierra, y la nebulosa de Crabe, de la misma constelación, que se sitúa a más de 6.000 años luz? Las fronteras de las constelaciones zodiacales y extra-zodiacales son convencionales: varían en el tiempo y según las culturas, no forman una entidad homogénea, contrariamente al sistema solar, y no existen pues, más que por efecto de una perspectiva.

      Géminos de Rhodes (siglo I d. de C.), discípulo del astro-filósofo sirio Posidonio de Apamea, y autor del tratado completo más antiguo de astronomía conservado hasta hoy, subraya, en una época donde sin embargo signos y constelaciones se confundían, que las estrellas sólo sirven como referencias, marcadores temporales, y no agentes de influencia. [30]  Esta utilización de las estrellas y de las constelaciones por los Antiguos como referencia visual no implica que hubieran desarrollado una hermenéutica astrológica. Este contrasentido es lo que desvía a los astrólogos llamados sideralistas.

      La teoría de las eras precesionales aplicada a la astrología mundial, es posterior a la teoría árabe de las "Grandes Conjunciones": fue explícitamente formulada en la época de la revolución francesa por el historiador de las religiones Charles-François Dupuis (1742-1809). [31]

      El ayanamsa, es decir, la distancia angular entre el comienzo de los zodiacos tropical y sideral, ha recibido una decena de valores en los astrólogos sideralistas hindúes, y existe una infinidad de maneras de delimitar las constelaciones, suponiendo que nos pusiéramos de acuerdo en el número. En Occidente, el principio de la era de Acuario [32]  varía según los astrólogos y los ciclólogos: desde 1762 (Cheiro) hasta 2813 (Robert Hand), pasando por 1844 (David Williams), 1897 (Helena Blavatsky), 1962 (John Sturgess), 1962 (Christian-Heinrich Meier-Parm), 1997 o 2143 (Carl Jung), 2059 (Dane Rudhyar), 2137 (Daniel Ruzo), 2160 (Paul Le Cour), 2160 (Charles Carter), 2369 (Cyril Fagan), 2481 o 2647 (Sepharial)... [33]

      Las escuelas "sideralistas" incrementan inútilmente el desorden en el seno de la astrología y son también las más expuestas a la argumentación insidiosa de los cientifistas para quienes su existencia es una ganga. Señalaremos también la incongruencia de quienes utilizan simultáneamente el zodíaco tropical para el análisis de los temas natales y la llamada "era de Acuario" para el de las manifestaciones históricas y culturales, como si no fueran los mismos operadores quienes rigiesen los fenómenos individuales y colectivos. [34]

      Detengámonos aún sobre la pseudo-astrología sideralista, no porque sus representantes ocupen un lugar significativo entre los astrólogos, sino por que son los interlocutores privilegiados - y el blanco fácil - de la anti-astrología cientifista. Su principal argumento concierne a la anterioridad histórica a la que se le supone un pretendido zodíaco sideral. Se apoya generalmente en el principio de la quinta tabla del relato cosmogónico Enûma Elish [35]  concebido en el II milenio y del que tenemos una versión babilónica que remonta a ~1200 a. de C.: "Él (Marduk) determinó el año, designó los límites, (y), para cada uno de los doce meses, puso tres estrellas." [36]  Este pasaje no estipula más que la asociación de tres estrellas a cada uno de los doce meses del año, nada más. ¡Los sideralistas deducen de ello que habría existido en esta época un zodíaco, dividido en decanatos y fundado en las constelaciones siderales! Ahora bien, no se trata más que de una localización en el calendario de la salida de las estrellas en las 36 décadas de 10 días (tardíamente asimiladas a los "decanatos" de la astrología greco-egipcia) en el curso del año civil. Documentos semejantes, los "calendarios diagonales", han sido encontrados en tumbas egipcias del Imperio Medio. Los más antiguos remontan al principio del siglo XXI a. de C. [37]  Neugebauer mostró que estas constelaciones pertenecen a un cinturón meridional, paralelo, más o menos, a la eclíptica. [38]

      Encontramos listas similares de 36 constelaciones atribuidas a los 12 meses del año en las tablas asirias datadas en los siglos XII y XI, los "astrolabios" tabulares y circulares [39] , y en la famosa compilación astronómica Mul Apin ("La constelación del Carro"). [40]  Estas constelaciones están localizadas en el horizonte (en el punto de observación donde aparecen y se ponen) y repartidas en 3 zonas (o "vías del Cielo") según su declinación: la zona de Anu (cinturón de alrededor de 15° de una parte y de otra del ecuador), la zona de Enlil (declinaciones septentrionales más allá de 15°) y la zona de Ea (declinaciones meridionales más allá de 15°).

      Estas constelaciones, imperfectamente repartidas aquí según el plano ecuatorial, son marcadores estelares. [41]  La pregunta sobre un zodíaco, trópico o "sideral", como la del significado astrológico de sus diferentes fases, no se debe realizar, porque en esta época no existe el zodíaco, sino un sistema anual de referencia ecuatorial de las constelaciones. Éstas, por otro lado, no han adquirido aún su connotación simbólica: son simples designaciones formales: el Rey, el Caballo, la Serpiente, el Perro loco, el Escorpión...

      Una lista más tardía (mencionada en el tratado Mul Apin), que contiene 17 constelaciones recorridas por la Luna (de las cuales, ciertas se sitúan más allá del cinturón de la eclíptica en razón a la declinación de la órbita lunar), atestigua sobre un estado pre-zodiacal. Se conoce aún, una lista posterior, neo-asiria [42] , que no comprende más que 14 constelaciones. La división zodiacal en 12 signos iguales, pero no el simbolismo, no se encuentra testimoniada sino hasta el principio del siglo V a. de C. y sería la invención de astrónomos babilonios. [43]  La división deriva de una selección a partir del corpus de las antiguas constelaciones y comienza -es localizada- a partir de una estrella fija, situada a 10° de Aries en lo que ha sido llamado el sistema A, y a 8° de este mismo signo en el sistema B. Este desfase, debido a la precisión de los equinoccios que los babilonios verdaderamente ignoraban, es el resultado de un reajuste de las observaciones. Neugebauer a mostrado que el pretendido descubrimiento de la precesión por el caldeo Kidinnu en el 315 a. de C. [44]  estaba fundado en un error de lectura. [45]

      Las teorías del astrólogo de origen irlandés Cyril Fagan (1896-1970), instaurador e inspirador de la astrología sideralista occidental, están en parte fundadas sobre este error de Schnabel. [46]  En su práctica, Fagan se cuida de utilizar los significados zodiacales de los signos: se refiere prudentemente sólo a los aspectos y angularidades planetarias. Es, en efecto, una aberración hacer de una Libra una Virgo, o de un Aries un Piscis, ya que la interpretación actual del material zodiacal (es decir, los significados cargados de historia astrológica) se ha elaborado en el marco de una "astrología tropical". ¡La anterioridad de un zodíaco sideralista es una hipótesis estrafalaria, como lo es la existencia de un zodíaco babilonio! Los primeros textos en sáncrito atestiguando la existencia de una astrología hindú, datan de los primeros siglos d. de C. y son de inspiración griega. [47]

      Por otro lado, la existencia de un zodíaco sideral presupone que los cuerpos celestes emitirían un cierto influjo, bajo la forma de un rayo o de una radiación, idea bajo la que se amparan los cientifistas que ponen la distancia de los planetas y los astros, como idea incompatible con la de una supuesta "acción a distancia" [48] , e incluso la imposibilidad para la materia inerte de influir sobre la materia viva. Estos argumentos, que señalan prejuicios sobre la existencia de un "influjo" astral, desconocen la posibilidad de una integración nerviosa de los fenómenos cíclicos, estudiada por la psicología experimental y sobre todo por la reflexología rusa. [49]  Gracias a esta ignorancia ciertos oscurantistas creen que argumentan contra la astrología usando un doble sofisma: si la influencia depende de la distancia y de la gravitación, entonces numerosos objetos terrestres macizos tendrían más importancia que los planetas del sistema solar; si por el contrario, la influencia no depende para nada, entonces habría que tener en cuenta millares de estrellas del universo. [50]

     Queda el argumento materialista, según el cual los Signos zodiacales, las Casas y los Aspectos planetarios serían elementos "imaginarios" ya que no aparecen como magnitudes físicas tangibles. Pico de la Mirandola subraya que no existe ninguna justificación física para las divisiones técnicas de la astrología: los Signos zodiacales por ejemplo, no serían más que simples divisiones aritméticas. De aquí su rechazo a la importancia atribuida por el astrólogo al lugar -simple concepto geométrico sin realidad física- ocupado por un planeta en un momento dado (en signo, en casa, en domicilio, en aspecto). [51]  Esto vuelve a sobrevalorar el referencial "energético" en detrimento de las diferenciaciones estructural, espacial y temporal de la Matriz astral.

      Si la luz tuviera que ser retenida como la única cualidad tangible susceptible de acreditar la eficiencia de los operadores astrológicos, como lo afirman Pico de la Mirandola y después Kepler [52] , esto no implicaría que los planetas fuesen los únicos operadores influyentes: ya que ¿qué es un Signo, una Casa o un Aspecto, si no es una variación de luminosidad, una modalidad estructural, espacial o temporal de las energías planetarias? Esto es lo que los astrólogos minimalistas no están en condiciones de comprender.

      La consciencia astrológica se traduce por un asentimiento a la realidad de cualidades psíquicas, experimentadas, diferenciadas y estructuradas en razón a la integración del organismo en su entorno geo-solar, y reconocidas como instrumento de comprensión de los fenómenos psicológicos y culturales, individuales y colectivos. Poco importa que este consentimiento sea admitido a priori, que sea forjado bajo una prueba de realidad, que se refuerce por la experiencia y en la práctica de las cartas natales, que sea sostenido por una "explicación causal", o que emerja de una justificación teórica, con tal que suscite un órgano específico de comprensión de la realidad, que posee su lógica propia, pluralista y no identitaria.

      La astrología es una concepción de la realidad circunscrita por una doble exigencia, racional y espiritual. Se desarrolla en esta vía de en medio, entre la toma en cuenta de los datos astronómicos y la convicción de una armonización de la psique a su entorno astral inmediato. Es por ello que nunca ha sido "refutada" por la ciencia. La astrología se combate, no porque sea un falso saber o una mala metafísica -las sociedades modernas y sus instituciones rebosan de ellas- sino precisamente porque es la única metafísica viva susceptible de disolver la unilateralidad de la consciencia moderna y de ordenar la multiplicidad caótica de sus conocimientos.
 


9. La Mistificación de las Estadísticas

"La crítica de la astrología sobre el tema de su imposibilidad,
reposa sobre razones vanas y frívolas." (Claudio Ptolomeo)

      La astrología no tiene por qué ser "probada" porque no tiene ninguna necesidad de justificación exterior, y después de milenios, pero sobre todo porque los métodos puestos en acción con ese fin están precisamente contra su naturaleza. Respecto a esto, es significativo el desarrollo de las investigaciones estadísticas desde principios de este siglo [53] , primero en Francia y en Alemania, más recientemente en Inglaterra y en los Estados Unidos. Podemos preguntarnos por su interés en la astrología y sobre la pertinencia de sus "resultados", tras los someros trabajos de Paul Choisnard (1901) y de Henri Selva, del alemán Herbert von Klöckler (1927), del suizo Karl Krafft (1939) o de Léon Lasson [54] , hasta aquellos, más sofisticados, del americano Donald Bradley (1950), de Michel Gauquelin (1955), del inglés John Addey (1976) y de sus émulos franceses, alemanes y anglosajones.

      La estadística utiliza una doble serie: por una parte, un material astrológico a testar, constituido por factores aislados de su contexto astrológico (es decir, de su distribución en el seno de la carta natal), por otra parte, un cuadro contingente de cualidades psicológicas, de "rasgos de carácter" o de ocupaciones socio-profesionales. El resultado es lo que el estadista de la astrología llama un "hecho" estadístico. Las divisiones artificiales introducidas por la parrilla estadística no coinciden con los producidos por la acción de los operadores astrológicos. Por otro lado, la relación binaria, biyectiva, donde se supone que la serie de factores astrológicos corresponde al cuadro empírico, procede de un método dualista en contradicción absoluta con la lógica plural de la astrología.

      De esta inadaptación resultan los métodos estadísticos de la realidad astrológica, y en particular, su incapacidad de testar el conjunto de un tema natal, una nivelación del simbolismo astrológico y una degeneración de sus estructuras operativas en dualismos obsoletos. Por otra parte, la forma de tratar las muestras necesariamente importantes, no puede más que liar la incidencia astral en el desorden entrópico propio a lo cuantitativo y al efecto de masa. Intentar "probar" la astrología por las estadísticas indica, simplemente, una mistificación. [55]

      Es ilusorio buscar el testar una proposición como la de "Aries es impulsivo y colérico" porque no existe Aries. La carta natal es un implexo [**] de tendencias dispares. El Aries puro no es más que una imagen, una metáfora, un símbolo que la astrología utiliza como tal. La proposición en sí misma es una metáfora: no es nada más que una proposición relativa a otras del tipo: "Tauro es perseverante" o "Géminis es persuasivo". No existe un enunciado astrológico que no sea relativo a otros enunciados comparables, ya que la cuestión es que no es la interpretación quien estipula la impulsividad de Aries, sino la existencia de una cualidad Aries que se diferencia simultáneamente de una cualidad Tauro y de una cualidad Géminis... y de una cualidad Piscis, es decir, que no está definida en términos de impulsividad y de agresividad más que relativamente a otras once atribuciones cualitativas.

      La astro-estadística no capta la diferencia entre un hecho y un símbolo; ésta aísla arbitrariamente elementos de su contexto y binariza una concepción de la realidad esencialmente matricial. En astrología, no hay más que estructuras diferenciadoras, incluso si su discurso, tributario de la linealidad del lenguaje, no puede desarrollarse más que bajo la forma de proposiciones indicativas y de relaciones de símbolos que ilustran las estructuras operativas. Sus descripciones son, de alguna manera, sólo la documentación que permite reconocer y comprender la realidad astral. Dicho de otro modo, el astrólogo no puede cuestionar la "verificabilidad" de sus proposiciones, pero puede preguntarse sobre la fiabilidad de las estructuras matriciales y sobre la pertinencia del modelo que utiliza.

      Los "resultados" de los primeros trabajos de Michel Gauquelin [56]  no hacen más que ilustrar parcialmente y pesadamente lo que la astrología ya sabe, sin invalidar nada sin embargo. ¿Cómo podría ser de otro modo? Si la "curva Gauquelin" se aplica solamente a cuatro o cinco planetas, no es porque éstos tendrían una "influencia" que necesitarían los otros, sino porque el método es inadecuado al objeto y a su conjunto. [57]

      La noción de "categoría profesional" es confusa: la consagración social no sabría ser considerada como el único criterio de referencia de una tendencia potencial. Por otra parte: ¿quién es músico? ¿El compositor, el intérprete o el melómano? Una categoría socio-profesional puede cubrir tendencias dispares: un cardenal y un cura de campo, perteneciendo a la categoría de los sacerdotes, frecuentemente se mueven por disposiciones psíquicas y motivaciones diferentes. Además, la "elección" de una profesión depende de numerosos factores distintos de los astrológicos, ya sean hereditarios, familiares, o relativos a las circunstancias de la existencia y a las obligaciones de la vida social. [58]

      La puesta en evidencia de "rasgos psicológicos" es también muy incierta: ¿cómo determinar que un individuo es extravertido o introvertido, tímido o audaz, egoísta o altruista, simpático, cortés, perseverante... si no es a través de un método artificial muy atrasado en relación con las exigencias de la psicología experimental? [59]  La astro-estadística utiliza cuestionarios, que se supone son capaces de cernir la personalidad: un componente caracteriológico está definido por un porcentaje de respuestas positivas a un cierto número de preguntas empíricas. Técnicas complicadas de tratamiento y de análisis engendran interpretaciones simplistas y resultados ilusorios. Este enfoque burdo enmascara una deficiencia de la reflexión, si no una vacuidad del pensamiento. La astro-estadística se queda prisionera de una psicología de "marías".

      Su reciente proliferación y su posible introducción en los departamentos universitarios, corren el riesgo de ajustar la astrología al paradigma técnico-cientifista actual, y deformarla sin transfigurarla. Kepler, que defendió una concepción experimental de la astrología, y sea lo que sea lo que pensemos de su modelo minimalista, tenía por otro lado una visión matricial de la realidad, la astronómica en particular (armonía cósmica, euritmia de las esferas planetarias, organización ponderada de los aspectos, coherencia estructural...), parece totalmente ajena a la de los experimentadores actuales. La astrología necesita un lenguaje y un espacio, no "confirmaciones", necesita conceptos, no "hechos".

      La estadística, sea cual sea su grado propio de "cientifismo" no puede tener como función el juzgar la validez o no de una disciplina: la astro-estadística se toma libertades que no se toleran en ningún otro campo. Estamos ante el caso típico de una rama dudosa del edificio científico que legisla una disciplina, la astrología, en el nombre de otra rama del conocimiento, la "ciencia" en su conjunto, cuyos propios presupuestos no han sido nunca demostrados, ni formulados, y de la que se ha visto que difícilmente podrían serlo. Dicho de otro modo, estamos ante el despliegue ideológico y cientifista.

      La astro-estadística, que se atavía con los harapos de la ciencia, aplasta sus cuadros dualistas de datos y sus extrapolaciones dudosas contra un saber que tiene precisamente como efecto, despertar el espíritu a distinciones no dualistas. Es una caricatura de cualquier ciencia psicológica que se precie. Los astro-estadistas, trabajando laboriosamente por la delicuescencia de la astrología, surgen como una nueva calaña de parásitos. La observación del matemático y filósofo inglés Alfred Whitehead parece aplicarse a su caso más que a ninguna otra categoría: "Los oscurantistas de no importa qué generación están constituidos por el mayor número de practicantes del método dominante. Hoy, son los métodos científicos los que dominan y los hombres de ciencia los que son los oscurantistas." [60]

 

10. La Ergotería Ideológica y Moral

"Nosotros no creemos ya en un Dios que ha cortado el camino al sol por encima de Ajalon.
No creemos ya en los ángeles y en los demonios de los planetas.
No creemos ya en las "leyes" que los racionalistas quieren calcular para nosotros.
Sólo creemos hoy en cualidades incomprensibles, pero que existen."
(Will Erich Peuckert: La astrología)

      Los argumentos principales de la requisitoria permanente contra la astrología, tras los escépticos Griegos hasta los racionalistas y materialistas contemporáneos, no son analizados aquí para "justificar" la visión astrológica de cara a sus detractores, sino para intentar comprender lo que verdaderamente se pone en juego en su rechazo, algo que aparece claramente al recurrir a la moral, ya sea de inspiración filosófica, religiosa o ideológica. En este terreno se abrazan el escepticismo filosófico de un Carneades, de un Panetius, de un Cicerón o de un Sexto Empírico, el moralismo cristiano de un Agustín, de un Gregorio de Nisa, de un Savonarole o de un Calvino, el humanismo individualista de un Petrarca o de un Pico de la Mirandola, el racionalismo ideológico de un Mersenne, de un Gassendi, de un Bayle o de un Voltaire, y el materialismo moderno.

      Mientras que el budismo y el hinduismo se han conciliado fácilmente con la astrología, ésta no ha hecho nunca una "pareja armoniosa" con el monoteísmo judeo-cristiano-musulmán y su idea de trascendencia de un dios único y revelado. El judaísmo, en lucha contra el politeísmo proto-astrológico [61]  omnipresente en el segundo milenio en la cuenca mediterránea, ha consagrado la ruptura del hombre con su entorno natural: es lo que llama la Alianza. El Orden natural y universal, inmanente al mundo, común a todos y particularizado en cada uno, ancestro del Logos heraclitiano, ha sido reemplazado por la Ley mosaica con sus Mandamientos. Como Nietzsche lo subraya en El Anticristo y en otros sitios, a causa de esta sustitución, la religión, la moral y la historia han sido desnaturalizados. [62]  Las invectivas y amenazas del profeta Isaías no le perdonan la vida a los astrólogos: "Aquellos que dividen los cielos, leen en las estrellas y dan a conocer en cada luna nueva lo que debe ocurrir (...) serán como paja, un fuego los quemará." [63]  Este mismo espíritu inspira la puesta en guardia del compilador del Deuteronomio: "Ni alzando tus ojos al cielo, mirando el sol, la luna y las estrellas, todo el ejército de los cielos, te engañes, adorándolos y dándoles culto." [64]

      Ocho siglos más tarde, en una época en la que la astrología, mezclada con el estoicismo, aparece como la concepción metafísica preponderante en la cuenca mediterránea, Pablo, el fundador del cristianismo, conjura a sus auditores para abandonar sus prácticas "idólatras": "¡Vosotros observáis religiosamente los días, los meses, las estaciones, los años! ¡Vosotros me hacéis temer de haber trabajado por vosotros inútilmente! [65]  El paulinismo necesita, para sacar la fe cristiana de su limbo, de una condena radical del paganismo mitológico y filosófico, de los cultos politeístas y de la astrología: "Velad para que nadie os engañe con filosofías y vanas falacias, fundadas en tradiciones humanas, en los elementos del universo y no en Cristo." [66]  El predicador invita a sus oyentes a liberarse de "fuerzas" y de "elementos del mundo" [67] , de dioses terrestres y celestes, del animal egipcio y del planeta babilonio.

      El sofista y escéptico Favorinus de Arles (~85-160), "cotilla sabio" e "ilustre mediocridad" [68] , escucha cómo se demuestra la inutilidad de la predicción "caldea": "Ellos predicen que sobrevendrán o felicidad o desgracia. Si predicen felicidad y se equivocan, tú te volverás desgraciado al esperar en vano; si predicen desgracia y mienten, serás desgraciado por temer en vano; si por el contrario, su respuesta es verídica y no corresponde a tus esperanzas, serás ya desgraciado por el pensamiento, antes de serlo por el destino. Si te prometen éxito y eso te debe llegar, habrá dos inconvenientes: te cansarás de esperar suspendido en la esperanza, y la esperanza te habrá desflorado antes de que llegue el fruto de la felicidad." [69]  El desconocimiento de la naturaleza de la astrología conduce al lógico Karl Popper a sostener aún un razonamiento parecido: si nuestro destino puede ser predicho por el saber astrológico, ¿cómo éste podría ayudarnos a escapar de él? [70]  Repetición del estribillo carneadiano según el cual la astrología suprimiría la libertad y haría del hombre una marioneta en manos del destino.

      Los teólogos cristianos quieren acaparar esta idea, ajustarla a la pretendida liberación pauliniana y convertirla en dogma: el del libre-arbitrio. Orígenes, el antecesor de Plotin [71] , aún admitiendo una cierta influencia de los astros en la formación del carácter, desarrolla la distinción entre los astros-signos anunciadores y los astros-causas eficientes [72] , y denuncia la actitud fatalista de los echadores de horóscopos en el nombre del sentimiento de libertad de la conciencia. [73]

      La aceptación del astro como "signo" de un factual, de un acontecimiento o de un existencial, primero por los Padres de la Iglesia [74] , después por los teólogos del cristianismo hasta el siglo XVII, tendrá como consecuencia el relegar la concepción y las prácticas astrológicas al campo de lo adivinatorio, ya sea augural, conjetural profético o de previsión, el desposeer la impresión astral (es decir, la marca de la impregnación psíquica por los operadores astrales) de su poder virtual, y al minar la posibilidad de una comprensión de conjunto de las manifestaciones individuales y colectivas. Esta política será reconducida por sus sucesores racionalistas.

      Los adversarios de la astrología, empezando por Pico de la Mirandola, no han cesado de mantener la confusión entre astrología y astromancia.[75]  Los astrólogos han aceptado el desafío para preservar su ascendente sobre el poder político del que eran financieramente dependientes. La astrología cuya credibilidad ha sido corroída en este juego de engaños, continúa pagando por cinco siglos de exageración y de arrogancia predictivas. En el siglo XVII, Pierre Gassendi aguijonea a Jean-Baptiste Morin para que le prediga algún acontecimiento tangible y verificable: "Lo importante sería anunciar de forma determinada un acontecimiento que estuviera por venir y del que la causa no fuese un punto que estuviese a la vista. (...) Predígame pues, al menos una vez en vuestra vida algún otro elemento notable." [76]  El astro-estadista escéptico Geoffrey Dean busca mantener a la astrología en el mismo impás. [77]  A este efecto, organizó concursos grotescos en los que los concurrentes eran incitados a testar la astrología a partir de criterios positivistas anticuados, que se suponía la ratificarían. Concluyó ingenuamente con su nulidad con respecto a los resultados negativos obtenidos, a saber, la imposibilidad de producir predicciones estadísticamente significativas. [78]  ¿El sismólogo está realmente con capacidad de prever un terremoto, el meteorólogo una inclemencia? El discurso estadístico, más que en ninguna otra actividad científica, necesita un instrumental colateral -un juguete- para pensar. El resultado efectivo no es necesariamente requerido. Incluso si la medida no desemboca en nada particularmente significativo, ni a nivel semántico, ni incluso a nivel práctico, el instrumento de medida es la prueba del cientifismo de la actividad, y más allá, del trabajo efectuado. Podríamos decir que la aptitud para servirse del instrumento valida primero la actividad efectuada y remunerada. La distancia-tipo y el test del "khi 2" son algunos de estos juguetes que justifican el desarrollo actual de la astro-estadística.

      El libre-arbitrio, base dogmática de la moral judeo-cristiana, le permite justificar la falta de Adán, condenar el crimen de Caín, y así juzgar los pretendidos pecados de su pretendida descendencia. El sentido de un destino inscrito en los astros aporta sombra a la providencia de Dios y a sus propósitos impenetrables. Orígenes, este pensador de envergadura excepcional, comprendió, antes de Agustín, la amenaza para la secta cristiana de la competencia de una concepción que estipula la influencia de los astros sobre las almas y que se inmiscuye así en el espacio íntimo de la interioridad, compartida sólo con Dios. Es por ello que sus sucesores han concedido una cierta verosimilitud a la "influencia astral", a condición de que se limite al mundo físico (comprendiendo también el cuerpo humano), y ha acreditado la llamada "astrología natural" con sus ramas meteorológica, agrícola y médica, reservándose así el control del espacio psíquico e interior.

      Las prácticas astrológicas, bajo su aspecto fatalista y adivinatorio, tendrían consecuencias perniciosas para la vida religiosa (desprecio por el ritual, inutilidad de la oración, debilitamiento de la piedad y la fe), para la vida moral (relajamiento del esfuerzo personal, abandono de las nociones de virtud y de mérito, vanidad en toda acción moral), y para la vida civil (desobediencia a las leyes, inutilidad de la legislación y de la represión penal, desestabilización del orden social). En efecto, ¿cómo determinar la culpabilidad moral y la responsabilidad cívica, cómo justificar el castigo de los criminales y la tutela de los insumisos, si cada uno obedece a una necesidad interior de origen astral, independiente de su voluntad?

      El gran argumento moralista, primero enunciado por Carneades [79] , es tomado de nuevo por todos los adversarios de la astrología, todas obediencias confundidas. Orígenes, en su Comentario sobre el Génesis dice: "La consecuencia de esta doctrina sería aniquilar completamente nuestra libertad de acción que, en este sistema, no sería ya digna de alabanza o de censura, ni de ser alentados o reprobados. Si esto es así, todo lo que está a la altura del juicio de Dios está vacío de sentido (...) la fe sería vana, el advenimiento de Jesucristo a la tierra no cumpliría con nada, toda la economía de la ley y de los profetas estaría invertida (...) Derivaría otra vez de estos discursos ateos e impíos, que los que designamos bajo el nombre de creyentes en Dios, sólo se moverían a esta creencia por los astros." [80]

      Este argumento se resume en 1640, el año de la primera traducción impresa del Tetrabiblos en lengua vernácula, por el orador Charles de Condren quien condena, en el nombre de la Iglesia, "a los que atribuyen de alguna manera a los Astros a que haya una influencia directa sobre la libertad de los hombres, que es un error intolerable que destruye la Religión, e incluso toda Policía civil, que justifica a los pecadores, que quita el mérito a los justos, que vuelve a las Estrellas culpables de los crímenes, y condena a las Leyes que conceden suplicios a los criminales...". [81]

      Dejando aparte a Guillaume d'Auvergne, la actitud de los teólogos del siglo XIII hacia la astrología parece mucho más tolerante que en la época de Agustín: que se piense primero en Alberto el Grande, autor probable del Speculum astronomiae [82]  (que es un registro argumentado de los escritos astrológicos de valor accesibles a su época y clasificados por rúbricas), más que en la obra de son discípulo Tomás de Aquino, en la cual nada indica algún conocimiento práctico o técnico de la astrología. En realidad, los teólogos de este siglo no están ni por ni contra la astrología: más bien serían indiferentes. En efecto, sobre todo se muestran preocupados -en una época que ve nacer la primera astrología europea, después del florecimiento, en el siglo anterior, de las traducciones de los tratados árabes [83] - por definir la posición de la Iglesia y por salvaguardar el dogma del libre-arbitrio. Se trata de administrar "la cuestión astrológica", de fijar en ella la función y los límites en el seno del universo aristotélico omni-presente en el espíritu, para finalmente desembarazarse de ella.

      El italiano Guido Bonatti (~1223-1297), el primer gran astrólogo europeo, rechazado por Dante en su Infierno imaginario con el otro astrólogo de envergadura del siglo, Michael Scot, comprendió la necesidad de una actitud radical vis-à-vis de la inteligentsia teológica: "Los astrólogos saben más de astronomía que los teólogos saben sobre el conocimiento de Dios, así pues, están más en disposición de juzgar que los teólogos de predicar." [84]  Es en este contexto donde es necesario comprender el famoso y discutible determinismo absoluto de este gigante de la astrología.

      La anti-astrología cristiana, poniendo en escena a los profetas judíos y a los Padres de la Iglesia, después a los teólogos, doctores y sabios de los siglos ulteriores, ha recurrido ampliamente al argumento de autoridad, al que los astrólogos han opuesto el testimonio de sus propios partidarios. Hasta el siglo XVIII, las tropas de la anti-astrología han sido dirigidas, en el nombre de la autoridad moral, religiosa y civil, por dignatarios eclesiásticos y por moralistas: el obispo de Lisieux, Nicolas Oresme, el liturgista Henri de Hesse (Heinrich von Langenstein), el predicador Jerôme Savonarole, el humanista Juan Pico de la Mirandola, el reformador Juan Calvino, el jesuita Marin Mersenne, el preboste Pierre Gassendi, el calvinista Pierre Bayle... Tras las "Luces" -y el oscurecimiento de la sensibilidad- los ideólogos del pensamiento racioanlista-técnico-cientifista suceden a los teólogos. [85]  Los comités de ética son mantenidos por médicos. Los sacerdotes de la técnica han reemplazado al clero, bastante más allá de las esperanzas de un Claudio de Saint-Simon. La astrología ha sido abandonada a medida que la razón cientifista se convertía en una evidencia que remite a prácticas con las que cada uno debe conformarse, sólo para poder existir intelectualmente.

      Varias hipótesis han sido barajadas por los historiadores de la cultura a la hora de intentar interpretar el "declive" de la astrología a mediados del siglo XVII: hostilidad de las autoridades clericales, desinterés de los intelectuales, consecuencia de los descubrimientos científicos y técnicos (de hecho, la ciencia aún está establecida marginalmente al final del siglo XVII), desfase entre las nuevas necesidades, producto de la urbanización y de la mentalidad supuestamente "arcaica" de los astrólogos... Keith Thomas precisa: "El clero y los satiristas han empujado a la astrología a su tumba, pero los científicos no estaban presentes en las exequias". [86]  Bernard Capp evoca un cambio profundo de las mentalidades: "Como la brujería, la astrología parece haber sido destruida, no por nuevos argumentos, sino por una visión nueva del universo, que ha minado las creencias tradicionales". [87]  Sin embargo, en ninguno de estos análisis, el eclipse de la astrología ha sido confrontado con su rebrote a finales del siglo XIX [88] : esta cuestión corresponde a los sociólogos.

    En realidad, ninguna de las "razones" invocadas por los historiadores es verdaderamente concluyente, ya que no explican la dificultad de la astrología, contrariamente a la medicina, de adaptarse a los nuevos criterios científicos y de conformarse con los moldes conceptuales nacientes, en una época de refuerzo y de centralización de los poderes estatales, a pesar de la renovación de la astrología propuesta por Kepler en su Tertius interveniens (1610).

      Lo que cambia en 1650 en la literatura anti-astrológica, y especialmente en Francia, no es el contenido de los tratados (que quedó igual tras Pico de la Mirandola), ni incluso su argumentación numérica, sino su estatus: antes de 1650, vehiculan una opinión entre otras; después de 1650, reflejan la opinión lícita. La astrología no ha sido desestimada por una reflexión convincente de orden filosófico o científico, simplemente ha sido rechazada por el posicionamiento de un consenso de las corporaciones de intelectuales - consenso que no ha sido muy renovado después -, y sobre todo por las academias científicas, las órdenes religiosas (sobre todo los Jesuitas [89] ) y los salones literarios, dicho de otro modo, por gente que buscaban su interés, no la libertad de pensar sino el éxito de su carrera, la preservación de su posición social, y sobre todo la dirección del pensamiento de los demás. En cambio, los defensores de la astrología eran solitarios, a menudo nobles [90]  y espíritus independientes, es decir, personas que no tenían necesidad del dinero, ni de la política para expresarse, y que preferían una cierta confidencialidad al compromiso.

      Pero, ¿por qué la astrología ha sido la víctima de esta clase de hechos? Porque, si ésta efectivamente concede una comprensión personal de sí mismo y del mundo, en principio accesible a todos, ¿cómo justificar la utilidad de las Iglesias, Escuelas y Tribunales, cuál será el tono de los discursos de las autoridades civiles y clericales que canalizan las representaciones mentales y las prácticas sociales, en fin, en qué se convertiría la credibilidad de los políticos, de los médicos y de los sacerdotes (y hoy de los psicoanalistas)? Parece que la astrología sobre todo haya pagado el ser un saber o un conjunto de prácticas de orden privado, personal, no entregado al debate público, porque no está en su naturaleza el hacerlo, como lo demuestra su historia trans-cultural. Ahora bien, la mentalidad actual, que precisamente comenzó a elaborarse a mediados del siglo XVII, no está con capacidad de reconocer la alteridad sin alterarla. No está, pues, propiamente dicho que la astrología en si es quien ha decaído a lo largo del siglo XVII, sino vastas partes de sistemas de representación exteriores a los que ésta estaba ligada y de los que la astrología contemporánea comienza a separarse.

      La ideología, que primero es el conjunto de los valores, creencias y doctrinas admitidas e inculcadas en el nombre de la razón dominante, no examina un discurso a través de sus caracteres propios, sino según la procedencia; no da crédito al sentido, sino al consenso. El discurso astrológico es combatido [91]  por las autoridades eclesiásticas y laicas, no porque sea quimérica, sino porque encubre una verdad juzgada como subversiva, "diabólica", parcialmente liberada de los imperativos religiosos, morales e ideológicos que sostienen el orden social: "Si divirtiéndose con las estrellas abandonamos el orden de Dios y cada uno se retira a su sitio sin acomodarse a la comunidad del género humano, ¿no será Dios contrario a sí mismo?" [92]

      El astrónomo y astrólogo danés Tycho Brahe, admirador de Paracelso, responde al ergotismo [***] de Calvino en su discurso de septiembre de 1574 en la universidad de Copenhague. Pero mejor que nadie, el filósofo de Einsiedeln los había barrido en su Philosophia sagax [93] : "Los astros son nuestros maestros naturales (...) Cada uno debe preservar firmemente en lo que actúa y debe actuar en él. (...) El hombre debe hacer lo que quiere la impressio y no lo que quiere él mismo. No es una obligación y eso se llama praedestinatio. (...) El hombre es tan perezoso por naturaleza que no haría nada semejante por sí mismo. Pero con el fin de liberar a los hombres de la pereza y de su libre-arbitrio que les empuja a ello, la impressio llega de los astros: haz esto.(...) Es así que resulta imposible escaparse del trabajo. Sin la impressio todo estaría descuidado." [94]

      La astrología debe salir del dualismo determinismo/libre albedrío en el que sus adversarios no han dejado de encerrarla. La astrología no es fatalista, ni "libertaria", pero sí estipula una necesidad interior en cada uno, vectriz de posibilidades específicas. La impresión astral no implica ninguna especie de anarquía moral o política: al contrario, legitima la singularidad de cada uno, incitándolo a actuar con toda integridad y a encontrar su lugar en el concierto general, no bajo la obligación, sino porque le conduce un imperativo interior. Este "cielo interior" [95]  que traduce la circulación psíquica de las impresiones [96] , reserva a cada uno su parte de sabiduría natural y de conocimiento, que sería una equivocación liquidarla a bajo precio en pro los "ídolos" y fantasmas del pensamiento, analizados por Francis Bacon. Más aún: este impresional es lo que está en el origen de las ciencias, las artes y de toda actividad humana. [97]

      De esta inversión formidable de la problemática judeo-cristiana, pocos astrólogos han sido capaces de tomar conciencia o de entender el juego: Paracelso se mantiene bien en este grupo, sacando la astrología del marco "animista" del que salió [98] , y restaurando el sentimiento natural e inmediato de lo numinoso [99]  y del maná interior. Ya que los operadores astrales comunican a la psique la esencia incognoscible de la realidad a partir de la que toda vida creadora es posible. Le transmiten la energía que inerva lo vivo, sin la cual no podría haber ni Ser, ni Mundo, ni Consciencia, incluso ni actividad social.

      El orden astral y la libertad dan miedo. Para suplir su ausencia de fe en sí mismo, en el mundo y en los demás, el hombre ha inventado Leyes y Religiones, hasta consentir la mentira, la hipocresía y la cobardía, erigidas como sistema de esclavismo y de "servidumbre voluntaria" (Étienne de La Boétie). Si la astrología fuera totalmente erradicada de la cultura, no por ello lo astral dejaría de pilotar la consciencia humana.

      La argumentación antifatalista, religiosa o cientifista contra la astrología surge de intereses ideológicos. La requisitoria de 1975, co-firmada por tres cientifistas, que aspiraba a "poner en guardia la opinión" contra la astrología, se asemeja por su autoritarismo, por su condena mórbida y por su ausencia de imaginación, a la co-firmada en 1619 por tres oscuros teólogos sorbonardos [****], quienes estimaban la profesión de astrólogo como "ilícita y condenable, (y no debiendo) ser tolerada en absoluto en una república". [100]

      La comunidad astrológica se ha conmocionado mucho con la lectura del artículo escandaloso de un biólogo neodarwiniano de Oxford, también vicepresidente de la British Humanist Association, una especie de Jean Rostand, pero además con arrogancia. El texto vehicula con gran cantidad de fuertes insultos y tentativas de intimidación, los viejos argumentos pasados, de la distancia de los planetas y de la precesión de los equinoccios, exhibiendo una ignorancia impudente de la astrología actual. [101]  El autor preconiza la movilización de medios represores a fin de "atacarla seriamente" y se sorprende de que el astrólogo ¡no sea "enviado a la cárcel por fraude" y "perseguido por la justicia por falsa representación!" El fundamentalismo cientifista reproduce las invectivas de Guillaume d'Auvergne (+1249), obispo de París, que exhortaba a sus colegas a erradicar la astrología -"esta insensatez"-, sin ningún proceso previo: "No deberíamos argumentar tanto contra este error, sino combatirlo por medio del fuego y la espada". [102]

      La racionalidad científica, como la fe de la Iglesia constantiniana, sólo se han impuesto por la fuerza. La Inquisición perseguía a las brujas por actos y comportamientos que contravenían los dogmas de la Iglesia. [103]  El mismo espíritu anima a los inquisidores modernos que persiguen al astrólogo refractario a las representaciones laicas de la ideología cientifista. [104]  El cientifismo "es tan irracional y emocional en sus motivaciones, e intolerante en su práctica diaria, que no importa a cuál de las religiones tradicionales ha suplantado. Aún mejor, no se limita a pretender que sólo sus propios mitos sean verdaderos; es la única religión que ha llevado la arrogancia al límite de pretender no estar basada en ningún mito sea cual sea, sino en la sola Razón, y hasta presentar como "tolerancia" esta mezcla particular de intolerancia y de amoralidad que promueve." [105]

      La ideología cientifista se atribuye el monopolio de la verdad y de la objetividad, acapara los lugares académicos y las instituciones antaño ocupadas por el poder eclesiástico, y preconiza el empleo de un mismo método con tres escalones: retórica, intimidación y represión. La veracidad del discurso científico se manifiesta sólo gracias a la adhesión de una comunidad de intelectuales y de especialistas que encuentran ahí su interés, y por la elaboración de creencias y de aplicaciones prácticas impuestas a la mayoría: "Hoy la ciencia es predominante, no a causa de sus méritos comparativos, sino porque el espectáculo ha sido amañado a su favor. (...) La superioridad de la ciencia no es el resultado de la investigación, ni de la discusión, es el resultado de presiones políticas, institucionales e incluso militares." [106]

      No se le pide a ninguna rama de la ciencia actual que pruebe sus postulados como se le exige a la astrología, quien no necesita ninguna "confirmación" de criterios científicos. No tiene por qué pasar por el yugo de la física o de la biología, las cuales estaría bien que justificaran sus propios postulados (la materia, la fuerza, la atracción, la partícula, lo vivo...) Si tal modelo astrológico se revela caduco, o si tal interpretación se revela inadaptada a la realidad, son los astrólogos quienes tienen que decidir sobre ello, y no la incompetencia arrogante de los sabelotodo. [107]

      La astrología no está institucionalizada ni subvencionada. ¡Lo estaría solamente con una milésima parte de las sumas invertidas en la medicina o en la astronáutica! El astrólogo no dispone de ninguna biblioteca, ni de ningún laboratorio especializado a cargo del estado. Está excluido de las academias, de las universidades y de los centros de investigación, mientras que el psicoanalista, por ejemplo, florece en esto, sin duda porque ha sabido pulir los "tres principios del método" enunciados más arriba. En estas condiciones, sólo un histrión de la moral puede permitirse afirmar que el astrólogo auténtico obtiene ventajas abusivas pecuniarias de su actividad [108] , al contrario que el parásito de la institución, quien, él, sí se aprovecha ampliamente de su función, y muy a menudo sin contrapartida: "Hoy, muchos científicos e intelectuales son parásitos, precisamente en este sentido." [109]  El verdadero astrólogo se encuentra bien a menudo en la situación contraria: hace algo y no obtiene nada, si no es la satisfacción de haber cumplido con su tarea.

      Sumas colosales se destinan cada año presupuesto de los Estados con perspectiva, sobre todo, de reforzar la presión de los imperativos cientifistas sobre las mentalidades bien sea inculcados en los centros de enseñanza o martilleados por los medios de comunicación, con un éxito además mitigado, con respecto al entusiasmo popular por los conocimientos que escapan al parangón cientifista. El idola theatri de Bacon no ha estado jamás tan vivo como bajo la era de la colonización de la vida privada por los medios de comunicación.

      Lo que obstruye el desarrollo de la astrología no es la falta de receptividad de los espíritus, sino su pasividad de cara a las prácticas y a los discursos institucionalizados que condicionan las mentalidades. No es más que una cuestión de coraje, y de interés. Si la astrología contiene alguna verdad que cuestiona nuestra concepción de la realidad, ¿cómo los astrólogos, o los que se atribuyen este título, pueden tolerar, con blandura y laxismo, los repugnantes discursos caricaturescos, proferidos por los mastines de las ideologías autorizadas? Si persisten en esta postura de bien-si-si vis-a-vis de las autoridades intelectuales y científicas, que como contrapartida los desprecian, la astrología cuenta con muchos menos verdaderos "adeptos" de lo que se admite generalmente. Y si el precio a pagar es el de su subordinación a los avatares de la modernidad, es dudoso que subsista algo astrológico en esta "neo-astrología libertina".

      Paul Feyerabend sostiene que una sociedad avanzada debe tener la capacidad de liberar el conocimiento de su influencia institucional y de proponer, en los lugares de enseñanza, el estudio de saberes y tradiciones que no surgen del paradigma moderno (magia, brujería, alquimia, medicinas populares, leyendas, ceremonias rituales, danzas sagradas, astrología...), a fin de frenar la expansión de "la barbarie fanática de la edad técnico-científica". [110]

      La vitalidad de la astrología y el fracaso de sus enemigos muestran que ésta contiene algo muy distinto de lo que imaginan, y de lo que se imagina la mayor parte de sus simpatizantes. Encarna una actitud específica y legítima del espíritu humano de cara al conocimiento y marca la posibilidad de una alternativa a la uniformización de las conciencias, engendrada por una práctica exclusiva de los métodos y de las técnicas modernas. La astrología anuncia una renovación de la filosofía, hoy resignada a la hegemonía de una racionalidad cientifista, y aún más, mezclada con los atavíos de la moral cristiana, y habiendo renunciado a todo proyecto metafísico en provecho del hitoricismo, del formalismo lógico, y de la hermenéutica. Es un contrapeso a "la formidable empresa de sugestión que ha producido y que mantiene la mentalidad actual". [111]  Ella impone, hoy más que ayer, un correctivo al compromiso intemperante en el tiempo: ya que ella vela por preservar de la indiferencia y de la confusión la realidad de las tonalidades psíquicas que inervan la conciencia" Y si permanece al margen de las leyes civiles, comerciales, y científicas, es que es, intrínsecamente, lo que la crítica ideológica no le perdona que sea: trans-cultural, a-productiva, y antropo-mórfica.


[1]  Cf. Por ejemplo, Antoine Letronne quien presenta la astrología como una "ciencia mentirosa" (en "Sur l'origine grecque des zodiaques prétendus égyptiens", 1837; en Mélanges d'érudition et de critique historique, Paris, Ducrocq, [1860], p.44). Es imitado por Pierre Duhem quien habla de "doctrina mentirosa" (en Le système du monde, Hermann, 1958, vol. 8, p.500), y seguido por Franz Cumont (la astrología sería "la más monstruosa de todas las quimeras engendradas por la superstición" : en Astrology and religion among the Greeks and Romans, 1912; New York, Dover Publications, 1960, p.XI), Morris Jastrow, Aby Warburg, André Festugière, Fritz Saxl, o también Auguste Bouché-Leclercq, quien vilipendia las "antiguallas" egipcias y caldeas, la filosofía estoica, y al mismo Platón, sospechoso de tener simpatía por la astrología, sobre todo en el Timeo, "donde la costumbre de afirmar sin pruebas se extiende con la mayor complacencia y donde el debilitamiento de la razón razonadora es lo más sensible." (en L'astrologie grecque, Paris, Ernest Leroux, 1899, p.20). « Texto

[2]  "Objections to astrology" in The Humanist 35.5, 1975. Los autores del manifiesto son el astrónomo Bart Bok, el divulgador científico Lawrence Jerome, autor de un clásico de la anti-astrología (Astrology disproved, New York, Prometheus Books, 1977), y el ideológo Paul Kurtz, presidente del CODESH (Council on Democratic and Secular Humanism) y del CSICOP (Committee for the Scientific Investigation of Claims of the Paranormal) del que Bok y Jerome son los miembros. Podemos preguntarnos sobre la competencia astrológica de los 18 Nobel y 166 otros firmantes enrolados (entre los cuales: los biólogos André Lwoff y Jacques Monod, los astrónomos Fred Hoyle y Owen Gingerich, los etologistas Konrad Lorenz y Nikolaas Tinbergen, reconciliados para esta ocasión, el bioquímico Francis Crick, el behaviorista Burrhus Skinner, el economista Paul Samuelson) a respecto del nivel de comprensión de la astrología poco más o menos nulo de los instigadores Bok et Jerome (cf. Objections to astrology, Buffalo (NY), Prometheus Books, 1975). Como lo observa Feyerabend en 1976 : "Si tuviérais un solo buen argumento, ¿cuál sería la utilidad de tantas firmas ? (...) Todo lo que lleva un nombre en las ciencias, lo hace para poder sostener un documento que es pozo sin fondo de ignorancia y de incultura." (en Dialogues sur la connaissance; trad. fr. aux éd. du Seuil, 1996, p.98). « Texto

[3]  Paul Feyerabend (en Science in a free society, 1978; London, Verso, 1982, p.95), quien precisa que gracias a la pobreza de la argumentación y de la abundancia de las firmas, este texto se parece a una " encíclica científica " (en Dialogues sur la connaissance, tr. fr. aux éd. du Seuil, 1996, p.98). « Texto

[4]  Lynn Thorndike, A history of magic and experimental science, New York, Columbia University Press, 1923, vol. 1, p.116 « Texto

[5]  Cf. Franz Boll, "Studien über Claudius Ptolemäus", en Jahrbuch für klassische Philologie 21, Leipzig, 1894, p.182. Ha sido seguido por Theodore Wedel : "Carneades ha desencadenado contra la astrología, una serie de argumentos que han quedado como un modelo durante siglos. Han sido utilizados repetidas veces por los Escépticos, retomados casi por entero por la Iglesia, y reaparecen sin cambios en Petrarca y Pico de la Mirandola." (en The mediaeval attitude toward astrology, New Haven, Yale University Press, 1920, p.6). « Texto

[6]  David Amand, Fatalisme et liberté dans l'Antiquité grecque, Louvain, Bibliothèque de l'Université, & Paris, Desclée de Brouwer, 1945, p.42. « Texto

[7]  Sexto Empirico, Against the professors, ed. y trad. ingl. R.Bury, London, William Heinemann, 1949. « Texto

[8]  Los astrónomos Joachim Herrmann (Das falsche Weltbild, Stuttgart, Kosmos, 1962) y R. Wiechoczek (Astrologie - Das falsche Zeugnis vom Kosmos, Düsseldorf, Erb, 1984) son los equivalentes alemanes de los Couderc, Schatzman y otros Pecker franceses. « Texto

[*]  Nota del Traductor: En el texto original, el autor utiliza el término surdeterminer, que significa caracterizar por diversas condiciones. « Texto

[9]  Claudio Ptolomeo, La Tétrabible, trad. Nicolas de Bourdin (1640) revisada por René Alleau, Paris, Denoël / Culture, Arts, Loisirs, 1974, p.22 « Texto

[10]  A semejanza de Sócrates, Carneades no ha escrito nada, y la obra voluminosa de Clitómaco se ha perdido. « Texto

[11]  Este argumento ignora la teoría etno-geo-astrológica de los climata, desarrollada posteriormente ante las objeciones de Carneades y de Panetius, principalemente por el estoico Posidonio de Apamea (~135-50). (cf. Franz Boll, "Studien über Claudius Ptolemäus", en Jahrbuch für klassische Philologie 21, Leipzig, 1894, p.181-188). « Texto

[12]  Los astrólogos responden relativizando el alcance del efecto de la "influencia emisora" según la naturaleza del organismo "receptor". Eustache Lenoble, autor del tratado más estimulante redactado en francés en el siglo XVII, que oscila entre la depuración de los factores astrológicos y la justificación de sus prácticas probadas, resume la cuestión bajo una forma lapidaria : "Todo lo que se recibe, se recibe a la manera del receptor: así, la misma influencia tiene un efecto diferente, aunque igual en especie en dos hombres de diferentes condiciones, nacidos en el mismo instante." (en Uranie, ou les Tableaux des philosophes (1697), rééd. Paris, Pierre Ribou, 1718, p.244). « Texto

[13]  Lynn Thorndike, A history of magic and experimental science, New York, Columbia University Press, 1923, vol. 2, p.221, y Wilhelm Gundel, Neue astrologische Texte des Hermes Trismegistos, en Abhandlungen der Bayerischen Akademie der Wissenschaften, München, 1936. « Texto

[14]  en De la divination, II 42-47, trad. fr. aux éd. Garnier, 1937. « Texto

[15]  en La Cité de Dieu (V 5), trad. fr. aux éd. Garnier, 1945, vol. 1. « Texto

[16]  El título adaptado por los especialistas se presta a confusión, ya que el comienzo de la primera tabla es Enûma Anu Enlil Ea ("Cuando Anu, Enlil y Ea"). « Texto

[17]  Cf. Ernst Weidner, "Die astrologische Serie Enûma Anu Enlil" en Archiv für Orientforschung 14, 17 et 22, 1941-44, 1954-56 y 1968-69 (idea y comentarios sin traducción). « Texto

[18]  Hilaire De Wynghene, Les présages astrologiques, Rome, Pontificio Istituto Biblico, 1932, p.30. « Texto

[19]  citado por Francesca Rochberg-Halton, "Mesopotamian cosmology", en Cosmology, Norriss Hetherington (dir.), New York, Garland, 1993, p.47. « Texto

[20]  Paul Feyerabend, Science in a free society, 1978; London, Verso, 1982, p.135. « Texto

[21]  Del mismo modo, los trabajos que tratan de legitimar el fundamento de las estructuras astrológicas por la causalidad energética son decepcionantes: cf. por ejemplo la obra de Enrich Winkel, Naturwissenschaft und Astrologie, Augsburg, Seitz, 1928, o el de Michel Auphan, L'astrologie confirmée par la science, Neuchâtel, La Colombe, 1956. Cf. también las innombrables tentativas estadísticas aportadas por Geoffrey Dean y su equipo (en Recent advances in natal astrology, Subiaco (Australie), Analogic, 1977). « Texto

[22]  Bouché-Leclercq (en L'astrologie grecque, Paris, Ernest Leroux, 1899, p.1), Cumont (en Astrology and religion among the Greeks and Romans, 1912; New York, Dover Publications, 1960, p.XI), Wedel (en The mediaeval attitude toward astrology, New Haven, Yale University Press, 1920, p.89). « Texto

[23]  - a pesar de la toma de partido geocentrista de Nicolas Bourdin, traductor del Tetrabiblos, o de Jean-Baptiste Morin. « Texto

[24]  "En el siglo XVI, la astrología formaba parte del movimiento científico y era aceptada por todos los grandes sabios elisabecianos." (en Astrology and the popular press, London, Faber & Faber, 1979, p.180). « Texto

[25]  Lynn Thorndike, en A history of magic and experimental science, New York, Columbia University Press, 1941, vol. 5, p.414. « Texto

[26]  Nació el 16 de febrero de 1514 en Feldkirch (Austria) bajo el signo solar de Piscis, como su maestro Copérnico. « Texto

[27]  Cf. por ejemplo Hervé Drévillon : "La revolución coperniciana no fue, para los astrólogos, más que una lenta y progresiva reforma." (en Lire et écrire l'avenir, Seyssel (Ain), Champ Vallon, 1996, p.25). La obra que trata sobre la astrología francesa en el siglo XVII - y que desgraciadamente se encasilló ahí, sin perspectiva ni del siglo precedente, ni de la situación europea - acumula falsas evidencias, contraverdades e incluso inexactitudes (cuestión que encontramos por ejemplo en los "aforismos de Ptolomeo", en repetidas ocasiones, o en el caso de las 12 Centurias de Nostradamus). La astrología sabia se confunde con la vulgar en los alemanes, con el profetismo, ¡e incluso con las mazarinadas* pseudo-nostradamienses ! Los desengaños de la predicción astro-política corroboran las aserciones de la anti-astrología ideológica del siglo, sin que los argumentos de los astrólogos estén presentados seriamente, ni el contenido de sus tratados mayores, como los de Jean-Baptiste Morin y de Eustache Lenoble. N. del T. : Mazarine es la biblioteca pública más antigua de Francia. Data de 1643 y la mayor parte de sus obras tratan sobre la historia de Francia. « Texto

[28]  Mary Ellen Bowden, The scientific revolution in astrology, Yale University (Thèse de Doctorat), 1974, p.218. « Texto

[29]  Mary Ellen Bowden, Ibid., p.34. « Texto

[30]  "De ahí viene que los amaneceres de las estrellas, que están fijas en el curso de las estaciones, han servido para indicar con precisión los cambios de tiempo, no porque las estrellas tengan algún tipo de poder sobre la variación de los vientos o de las lluvias, sino porque éstas proporcionan puntos de referencia en nuestras previsiones de coyunturas meteorológicas." en Introduction aux phénomènes, XVII 10, trad. fr. aux éd. des Belles Lettres, 1975, p.85. De hecho, Géminos rechaza las predicciones astro-meteorológicas, pero acepta los aspectos astrológicos y la práctica de las cartas natales (cf Ibid., II 6-18). « Texto

[31]  en Origine de tous les cultes, ou religion universelle, 3 vol., Paris, H. Agasse, 1794. Desgraciadamente para Dupuis, el culto al Toro que marcaría el comienzo de la era del mismo nombre (Tauro) no aparece en el cuarto milenio a. de C., sino en el séptimo, como lo atestiguan las excavaciones del emplazamiento neolítico de Çatal Hüyük : "en Sumeria, pues, como por todo el Oriente Medio, el simbolismo religioso del toro, atestiguado tras el neolítico, se transmitió sin interrupción." (Mircea Eliade, Histoire des croyances et des idées religieuses, Payot, 1976, vol. 1, p.69). « Texto

[32]  - primero desarrollada en los medios teosóficos ingleses, y más recientemente utilizada exageradamente por el frenesí sensacionalista de los anunciadores de la new age. « Texto

[33]  Para más detalles sobre estos datos, cf. Nicholas Campion, The book of world horoscopes, 1988; 2¦ ed. Cinnabar Books, Bristol, 1995, p.544-552. Son los ciclos de Plutón-Neptuno y Neptuno-Urano los que marcan el ritmo de las peripecias de las culturas y las mentalidades. Estamos en la Era de Géminis-Capricornio, y la fecha a retener para el comienzo de la "era de Acuario" es 2164, la cual marca el paso de la conjunción Neptuno / Urano en Acuario. « Texto

[34]  Cf. por ejemplo la práctica sincretista de Dane Rudhyar (en L'histoire au rythme du cosmos, tr fr aux éd Universitaires, 1983). « Texto

[35]  El título del "Poema de la Creación" resulta de su primer verso: Enûma elish la nabû shamamu ("Cuando arriba el Cielo no estaba nombrado"). « Texto

[36]  Versión de René Labat, "Los grandes textos del pensamiento babilonio", en Les religions du Proche-Orient asiatique, Fayard, 1970, p.55. « Texto

[37]  Cf. Bartel van der Waerden, Science awakening II : The birth of astronomy, 1965; Leyden, Noordhoff, 1974, p.14-26. « Texto

[38]  Otto Neugebauer, Les sciences exactes dans l'Antiquité, 1957; trad. fr. aux éd. Actes Sud, 1990, p.118 y A history of ancient mathematical astronomy, Berlin / Heidelberg / New York, Springer, 1975, 3 vol., p.561. « Texto

[39]  Cf. Bartel van der Waerden, Science awakening II : The birth of astronomy, 1965; Leyden, Noordhoff, 1974, p.64-67. « Texto

[40]  Cf. Hermann Hunger / David Pingree, Mul.Apin. An astronomical compendium in cuneiform, Horn (Autriche), Archiv für Orientforschung, Beiheft 24, 1989. « Texto

[41]  Cf. André Florisoone, "Les origines chaldéennes du zodiaque" in Ciel et Terre 66, 1950, p.261. « Texto

[42]  VAT 7851, Museo Arqueológico de Berlin. « Texto

[43]  Cf. Abraham Sachs / Hermann Hunger, Astronomical diaries and related texts from Babylonia (Wien, 1988, vol. 1, p.55), Bartel van der Waerden, Science awakening II : The birth of astronomy (1965; Leyden, Noordhoff, 1974, p.126), Francesca Rochberg-Halton, "Mesopotamian cosmology" (en Norriss Hetherington (dir.), Cosmology, New York, Garland, 1993, p.49), e Ian Anderson, Babylonian astrological texts (Philadelphia, Union Press, 1989, vol. 1, p.XXVII). « Texto

[44]  Cf. Paul Schnabel, Berossos und die babylonisch-hellenistische Literatur, Leipzig, Teubner, 1923 y"Kidenas, Hipparch und die Entdeckung der Praezession" en Zeitschrift für Assyriologie 37, 1927. « Texto

[45]  Otto Neugebauer, "The alleged babylonian discovery of the precession of the equinoxes" en Journal of the American Oriental Society 70.1, 1950, p.2-3. « Texto

[46]  Cf. Cyril Fagan, Astrological origins, St Paul (Minnesota), Llewellyn Publications, 1971. « Texto

[47]  Cf. David Pingree, "Astronomy and astrology in India and Iran", in Isis 54.2, 1963. « Texto

[48]  Cf. por ejemplo la obra clásica de los astrónomos Roger Culver y Philip Ianna : The Gemini syndrome, 1979; Buffalo (NY), Prometheus Books, 1984. « Texto

[49]  Jean-Pierre Nicola (en La condition solaire, Paris, Éditions Traditionnelles, 1965) ha interpretado el Zodíaco según los trabajos de Pavlov sin tener en cuenta el hecho de que la aproximación fisiológica sólo tiene un valor analógico para la comprensión de los fenómenos psíquicos. La mayoría de los procesos internos, ya sean psíquicos o psico-mentales, se escapan a la experimentación. Entre lo psíquico y lo fisiológico, sólo podría existir una relación de isomorfia. El reflejo condicional es una variación fisiológica concomitante a una transformación más general del organismo, el indicio visible de procesos más complejos que operan en la psique, como por otro lado lo reconoce Pavlov. « Texto

[50]  Por ejemplo Jean-Claude Pecker, "L'astrologie et la science" en La Recherche 140, 1983, p.122. « Texto

[51]  Juan Pico de la Mirandola, Disputationes adversus astrologiam divinatricem, VI 2, ed. y trad. italiana Eugenio Garin, Firenze, Vallechi, 1946-52, 2 vol. « Texto

[52]  El "tercer interviniente" se colocaría aquí más del lado de los adversarios de la astrología. « Texto

[53]  El practicante de la astrología, babilonia, griega, árabe, medieval, siempre "ha hecho estadísticas" para establecer correlaciones, que haya dejado huella o no, pero sin la arrogancia de juzgar a través de ellas el buen fundamento de la astrología y del conjunto de sus estructuras operativas : "He hecho la carta natal de más de cuatrocientos ciegos o tuertos (...) de cien tuertos o ciegos hay más de ochenta que han tenido en su macimiento las dos luminarias, o conjuntas, u opuestas, o en cuadratura." (Eustache Lenoble, Uranie, ou les Tableaux des philosophes (1697), rééd. Paris, Pierre Ribou, 1718, p.329-330). « Texto

[54]  Sus trabajos estadísticos, fundados sobre el movimiento diario de los planetas, aunque establecidos a partir de muestras limitadas, anuncian las "curvas" de Gauquelin y subrayan la presencia en los ángulos de la carta, con más frecuencia que la media, de un planeta específico según la actividad socio-profesional del nativo: Marte en los militares, Venus en los artistas, Saturno en los sabios, Neptuno en los místicos ... (en Ceux qui nous guident, Paris, René Debresse, 1946). « Texto

[55]  El escéptico Geoffrey Dean y su equipo, han examinado más de una centena de tests estadísticos, tomando todas las ramas de la astrología, y coronados por la myor parte del patético estribillo: "resultados no significativos". En conclusión, de tests sobre los signos zodiacales: "Los signos no tienen una relación con los factores fundamentales de la personalidad. Si el principio esencial de los signos es un punto central para la teoría astrológica, entonces la teoría no tiene validez." (en Recent advances in natal astrology, Subiaco (Australie), Analogic, 1977, p.123). Pero en un test "no estadístico" (donde la realización no necesita ningún montaje estadístico previo) que se revela ampliamente positivo - cuatro eminentes astrólogos británicos han conseguido atribuir correctamente 8 signos solares (porcentaje teórico: 1 / 12) entre un grupo de 12 personas (resultados expuestos en el diario News of the world del 12 de octobre de 1975) -, Dean concluyó que ¡era la "coicidencia" o la "telepatía" ! (Ibid., p.136). « Texto

[**]  N. Del T.: Implexo: en filosofía, se dice de un concepto que no es reducible a un esquema. « Texto

[56]  Cf. principalmente Les hommes et les astres, Paris, Denoël, 1960. Los trabajos de sus seguidores, en Francia, aparecen como un sucedáneo de pobre nivel, y sus principios metódicos no son respetados, sobre todo en lo que concierne al muestreo. « Texto

[57]  Todo practicante de la astrología sabe que la presencia en los ángulos de la carta natal de un planeta no es la única circunstancia a tener en cuenta para hacer una valoración, ni la sola presencia del Sol, para una valoración zodiacal. « Texto

[58]  El "efecto Marte" de los Gauquelin, que fascina al otro lado del Atlántico, se ha convertido en sí mismo un fenómeno cultural : es el efecto Gauquelin en la astro-estadística anglosajona. « Texto

[59]  Gauquelin localizaba las circunstancias en las biografías. « Texto

[60]  Alfred Whitehead, La fonction de la Raison, trad. fr. aux éd. Payot, 1969, p.133-134. « Texto

[61]  René Berthelot ha designado como "astrobiología" esta concepción del mundo, en su origen común al conjunto de los pueblos asiáticos, y que no habría sido abandonada hasta la llegada de la edad científica. (en La pensée de l'Asie et l'astrobiologie, 1938; Payot, 1972, p.66). « Texto

[62]  Los Judíos "se transformaron en la antítesis viviente de las condiciones naturales. Han traido sucesivamente y de manera irremediable la religión, el culto, la moral, la historia, la psicología, como el exacto opuesto de sus valores naturales." (en L'Antéchrist, Oeuvres philosophiques complètes, vol. 8.1, tr. fr. Jean-Claude Hémery, Gallimard, 1974, p.181). "El simbolismo del cristianismo reposa sobre el simbolismo judaico que había disuelto ya toda la realidad en una no-naturaleza y una irrealidad santa ... que no quería ya absolutamente ver la historia real -que no se interesaba ya al éxito natural." (en Fragments posthumes (otoño de 1887 - marzo de 1888), 11.359, Oeuvres philosophiques complètes, vol. 13, tr. fr. Pierre Klossowski y Henri-Alexis Baatsch , Gallimard, 1976, p.335). « Texto

[63]  Isaías, 47.13-14, Traducción ecuménica de la Biblia, Sociétés Bibliques, 1980. Este pasaje, utilizado por Orígenes contra el fatalismo astrológico en su Comentario sobre el Génesis, es sacado a colación incansablemente por la mayor parte de los adversarios cristianos de la astrología (cf. aussi Isaías, 46.1-2, Jeremías 10.2...) « Texto

[64]  Deuteronomio, 4.19, en Traduction oecuménique de la Bible, Sociétés Bibliques, 1980. « Texto

[65] Pablo, Epístola a los Gálatas, 4.10-11, en Traduction oecuménique de la Bible, Sociétés Bibliques, 1980. « Texto

[66]  Pablo , Epístola a los Colosenses, 2.8, en Traduction oecuménique de la Bible, Sociétés Bibliques, 1980. « Texto

[67]  Pablo, Epístola a los romanos, 8.38, Epístola a los Gálatas, 4.3 et Epístola a los Colosenses, 2.20, en Traduction oecuménique de la Bible, Sociétés Bibliques, 1980. « Texto

[68]  David Amand, Fatalisme et liberté dans l'Antiquité grecque, Louvain, Bibliothèque de l'Université, & Paris, Desclée de Brouwer, 1945, p.97. « Texto

[69]  en Aulu-Gelle, Les nuits attiques, XIV 1.35, tr. fr. aux éd. des Belles Lettres, 1989, vol. 3, p.127. Razonamiento inverso del autor de un tratado griego de la misma época, De la astrología judiciaria, impropiamente atribuído a Lucien de Samosate: "Las predicciones agradables dan la felicidad, y podemos remediar más cómodamente los males que se prevean, además de que no sorprenden tanto, y son más fáciles de soportar." (en Lucien, Oeuvres, tr. fr. Nicolas Perrot, 2è éd. Paris, 1655, vol. 1, p.590). Cf. también Ptolomeo, Tetrabiblos I 3. « Texto

[70] en The open society and its enemies, London, Routledge and Kegan Paul, 1945, vol. 2, p.244. « Texto

[71]  Sobre la similitud de las concepciones astrológicas de Poltín y de Orígenes, cf David Amand, Op. cit., p.157-163 et p.275-325. « Texto

[72]  Es posible que Orígenes y Plotín mantengan esta distinción entre el semainein y el poiein de los astros (así como su concepción de la astrología) de su maestro común, Ammonios Saccas, el fundador de la primera escuela neoplatoniana. Se remontaría a Posidonio (cf. David Amand, Op. cit., p.161, que se refiere a Erwin Pfeiffer, Studien zum antiken Sternglauben, Teubner, Leipzig, 1916), y es atestiguada por Filón de Alejandría y por el gnóstico valentiniano Teodotos (IIè A.D.), el cual subraya en sus escritos que los astros no hacen nada, sino que indican solamente las influencias de fuerzas que se vencen. Éste último afirma también la abolición del heimarmene (el destino astrológico) por la venida de Cristo: "Es por ello que un nuevo astro desconocido y nuevo se ha levantado que ha roto el antiguo poder de las constelaciones. (...) Hasta el bautismo pues, la heimarmene es real y ejerce su dominio; pero después del bautismo, es ineficaz, y los astrólogos no dicen ya nada verdadero." (Estas reveladoras palabras son enunciadas por Clemente de Alejandría en su Excerpta ex Theodoto (74 y 78), y mencionadas por David Amand, en Op. cit., p.26-27). « Texto

[73]  - que no debe confundirse con la idea de libre-arbitrio. « Texto

[74]  Sobre la argumentación anti-astrológica de los Padres, cf. David Amand, Op. cit., y Utto Riedinger, Die heilige Schrift im Kampf der griechischen Kirche gegen die Astrologie, Innsbruck, Wagner Universität, 1956. « Texto

[75]  Esta similación parece ratificada desde principios del siglo VII por el enciclopedista Isidoro, obispo de Sevilla, quien, en su Etymologia (III 27), distingue de la astrología natural lo que llama la astrologia superstitiona (horoscópica y predictiva). « Texto

[76]  En una carta datada de septiembre de 1649, en Recueil de lettres des sieurs Morin, de La Roche, De Nevré et Gassendi, François de Barancy (éd.), Paris, Augustin Courbé, 1650, p.148 et p.151 « Texto

[77]  "Todo interés sobre un modelo es el de permitir hacer predicciones." (en Astrological Journal 28.6, 1986, p.276). « Texto

[78]  Cf. Astrological Journal 23.3, 1981; 25.3, 1983; 28.3, 1986. El éxito de la previsión no se exige en numerosos modelos institucionalizados (psicológicos, sociológicos, económicos, meteorológicos...) que sin embargo prosperan en los departamentos universitarios, los cuales aceptarían la astrología,según Dean, ¡si ésta obtuviera solamente resultados estadísticos tangibles ! (cf "Testing fate vs freewill", en Astrological Journal 35.5, 1993, p.309). « Texto

[79]  Cf. David Amand, Op. cit., p.573-586. « Texto

[80]  Citado en Eusèbe Pamphile, La préparation évangélique (en 15 livres), VI 11, tr. fr. Séguier de Saint-Brisson, Paris, Gaume, 1846, vol. 1, p.298-299). « Texto

[81]  En Discours et lettres, 1640; 3è éd. Paris, Jean Jost, 1648, p.228. « Texto

[82]  ed-trad. Paola Zambelli, The "Speculum Astronomiae" and its enigma, Dordrecht (Holl), Kluwer, 1992. « Texto

[83]  En particular por Adelard de Bath, Juan de Sevilla o de España, Platón de Tivoli, y Hermann de Carinthie. « Texto

[84]  en Liber astronomiae, trad. angl. Robert Zoller, éd. Robert Hand, Berkeley Springs, Golden Hind Press, 1994, livre 1, p.10. « Texto

[85]  Cf. el artículo "Astrologie" de l' Encyclopédie, Denis Diderot / Jean d'Alembert (éd.), Paris, 1751, tomo 1; réed. Milano, 1977. « Texto

[86]  Keith Thomas, Religion and the decline of magic, London, Weidenfeld and Nicolson, 1971, p.352. « Texto

[87]  Bernard Capp, Op. cit., p.277. « Texto

[88]  Podemos sin embargo adelantar una "explicación" astrológica: las conjuncioness y oposiciones de los planetas lentos, y en particular los plazos del ciclo Plutón / Neptuno en sus relaciones con los del ciclo Neptuno / Urano, coinciden con los momentos mencionados. En efecto la oposición Plutón / Neptuno de 1643-1647 fue relevada en 1650 por la conjunción Neptuno / Urano a mediados de Sagitario, y la conjunción Plutón / Neptuno de 1891-1892 por la oposición Neptuno / Urano de 1906-1910. Estas fechas fechas vuelven alrededor de cada 250 años y marcan transformaciones radicales en la evolución de las mentalidades y de las producciones socio-culturales. Más particularmente, parece que las conjunciones Plutón / Neptuno indican un desarrollo de la astrología, y sus oposiciones un cuestionamiento a causa de sus esquemas, a la que acompaña una movilización de sus adversarios. « Texto

[89]  Entre otros : François Garasse (1624), Nicolas Caussin (1649), Jacques de Billy (1657), Jean François (1660), Claude Ménestrier (1681). « Texto

[90]  Las obras astrológicas del marqués Nicolas de Bourdin (1603-1676), Escorpio, del conde Blaise de Pagan (1604-1665), Piscis, y del barón Eustache Lenoble (1643-1711), Capricornio, son, con la de Jean-Baptiste Morin, las más significativas del siglo XVII francés. « Texto

[91] Los astrológos han sabido escaparse de las cazas inquisitoriales por el uso del consejo "diplomático", por el manejo de los valores socio-culturales dominantes, y por las concesiones hechas al dogma eclesiástico de la voluntad divina (el cual no significaba tanto el reconocimiento de la profundidad del mundo, como la sumisión al poder religioso), al dogma del libre-albedrío, y hoy a los de la ideología materialista. « Texto

[92]  Juan Calvino, Avertissement contre l'astrologie, 1549; Colin, 1962, p.14. « Texto

[***]  N. Del T.: ergotismo: viene del verbo ergotizar, relativo a la utilización abusiva del sistema de argumentación silogística. Por tanto, el neologismo utilizado en el título del capítulo, hace referencia al ergotismo de la ideología y de la moral actuales. « Texto

[93]  Este incomparable monumento del pensamiento astro-filosófico, l'Astronomia magna oder die ganze philosophia sagax der grossen und kleinen Welt samt Beiwerk (1537-38) de Paracelso, queda hasta hoy sin traducción francesa, ni inglesa. (en Sämlitche Werke, éd. Karl Sudhoff, vol. 12, München & Berlin, Barth, 1929, o en Werke, éd. Will Peuckert, vol. 3, Basel & Stuttgart, Schwabe, 1967). « Texto

[94]  Extractos citados en Will Peuckert, L'astrologie, tr. fr. R.Jouan / L.Jospin, Payot, 1965, p.223, 225 et 228. « Texto

[95]  "El cielo exterior nos indica pues la naturaleza del cielo interior. (...) Porque nadie penetra en el interior del hombre encerrado en su propia piel y porque su vida interior no es visible, es necesario comprender al hombre a partir del padre y no a partir de sí mismo ; ya que el cielo exterior y el cielo del hombre son un sólo y mismo cielo en dos partes." (Paracelso, Le livre Paragranum, 1530; en Oeuvres médicales, éd-tr Bernard Gorceix, P.U.F., 1968, p.61-62). « Texto

[96]  Sobre este concepto de impresional, cf. el capítulo "Clasificación de los signos" de mi tesis doctoral, La astrología : Fundamentos, Lógica y Perspectivas (Paris I - Sorbona, marzo de 1993). « Texto

[97]  "De sí mismo y por sí mismo ¿qué es lo que el hombre descubre ? Ni el arte de remendar un pantalón." (Paracelso, Le livre Paragranum, 1530; en Oeuvres médicales, éd-tr Bernard Gorceix, P.U.F., 1968, p.90). « Texto

[98]  - y a partir del cual se han organizado las grandes religiones antiguas, y sobre todo la concepción egipcia de los "Neter" (cf. Isha Schwaller de Lubicz, Her-Bak "disciple" de la sagesse égyptienne, Flammarion, 1956). « Texto

[99]  - con una implicación ética muy diferente que la de "libertad" (cf. Rudolph Otto, Le sacré (Das Heilige), 1917; tr. fr. aux éd. Payot, 1949). « Texto

[****]  N. Del T.: del francés sorbonnard, adjetivo que viene de Sorbonne, nombre de la facultad de letras y de ciencias humanas de la Universidad de París, fundada en el siglo XIII por Robert de Sorbon. Familiarmente se utiliza para designar a los estudiantes o profesores de la Sorbona, que por otro lado es la universidad más prestigiosa de Francia. Pero también coloquialmente se utiliza de modo peyorativo o despectivo, recordando a Rabelais quien, en su época, se burlaba de los Sorbonagres, los teólogos de la Sorbona. « Texto

[100]  en Marin Mersenne, Les préludes de l'harmonie universelle, Paris 1634; Fayard, 1985, p.540. « Texto

[101]  El artículo de Richard Dawkins, "The real romance in the stars", aparecido en The Independent on Sunday le 31 décembre 1995, se reprodujo en The Astrological Journal, 38.3, 1996, p.135-141. « Texto

[102]  De universo I 3.20; citado en Lynn Thorndike, A history of magic and experimental science, New York, Columbia University Press, 1923, vol. 2, p.368. « Texto

[103]  "En la sociedad medieval la Iglesia proveía la ideología, el Estado el poder. Hoy, el Orden científico provee la ideología, el Estado el poder. En otro tiempo, la Inquisición acusaba a las personas de brujería y demostraba que se trataba de brujas; las "abandonaba" después al "brazo secular" - es decir, al Estado - que los conducía a la hoguera. Hoy, el psiquiatra institucional acusa al ciudadano de enfermedad mental y le coloca el diagnóstico de psicótico; lo abandona a continuación a un tribunal - a saber, el Estado - que lo encierra en una prisión llamada hospital psiquiátrico." (Thomas Szasz, Fabriquer la folie, trad. fr. aux éd. Payot, 1976, p.87). « Texto

[104]  Patrick Curry : "No se admite a menudo hasta qué punto la ciencia moderna, con su intento de monopolio sobre la verdad, ha tomado prestado al Dios único del judeo-cristianismo." (en A confusion of prophets, London, Collins and Brown, 1992, p.16). « Texto

[105]  en Survivre 9, 1971; citado en Alain Jaubert y Jean-Marc Lévy-Leblond, (Auto)critique de la science, Seuil, 1973, p.53. « Texto

[106]  Paul Feyerabend, Science in a free society, 1978; London, Verso, 1982, p.102. « Texto

[107]  "Libros de iletrados y de incompetentes inundan el mercado con una verborrea vacua, que con términos esotéricos y extraños pretende expresar puntos de vista profundos; "expertos" sin cerebro, sin carácter y sin el menor temperamento intelectual, estilístico y emocional, nos hablan de nuestra "condición" y de los modos de mejorar." (Paul Feyerabend, in Contre la méthode, London 1975; tr. fr. aux éd. du Seuil, 1979, p.240). « Texto

[108]  Richard Dawkins, in Op. cit., p.138. « Texto

[109]  Paul Feyerabend, Science in a free society, 1978; London, Verso, 1982, p.151. « Texto

[110]  en Contre la méthode, London, 1975; tr. fr. aux éd. du Seuil, 1979, p.338. "La separación del Estado y de la Iglesia debe completarse con la separación del Estado y la Ciencia, la más agresiva y la más dogmática de las instituciones religiosas." (Ibid., p.332). "La ciencia es una ideología entre muchas otras, y debe ser separada del Estado como la religión está ahora separada del Estado." (en Science in a free society, 1978; London, Verso, 1982, p.106). « Texto

[111]  René Guénon, Le règne de la quantité et les signes du temps, Gallimard, 1945, p.122.« Texto



Referencia de la página:
Patrice Guinard: Astrología: El Manifiesto 3/4
(version 1.2 : 11.2004)
http://cura.free.fr/esp/08aem3.html
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