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La historia del Manifiesto por la astrología y su significado
(Congreso de Astrología, Andorra 2001)
por Patrice Guinard

-- traducción Angeles Rocamora --


Este ponencia fue escrita para el 1er Congreso de Astrología Andorra 2001, organizado por Jaume Martín y la Associació d'Astrologia de Catalunya (28-30 de Septiembre de 2001).
 

En junio de 1984 yo terminaba mi D.E.A. (Diploma de Estudios Profundizados), y defendía en la Sorbona (París I), la universidad más prestigiosa de Francia sobre todo en filosofía, una memoria de investigación sobre El Tiempo Cíclico Astral. El D.E.A. valida en Francia el primer año del 3º ciclo y el paso al Doctorado. Mi trabajo trataba sobre los ciclos planetarios y su incidencia sobre el tiempo vivido, sobre el tiempo psicológico. Diversas concepciones filosóficas también se debatían en él, por ejemplo la noción de tiempo cíclico en los primeros filósofos griegos, o incluso el concepto de Eterno Retorno en Nietzche. Yo quería defender la racionalidad de una concepción astrológica del tiempo en relación con las especulaciones a menudo imaginarias y subjetivas de los filósofos. Era también un primer paso en vistas a una legitimación filosófica de una ontología de inspiración astrológica.

Defendí este D.E.A. con Jacques Bouveresse, especialista francés de Ludwig Wittgenstein, defensor de la filosofía analítica anglosajona tras haber sido promovido en el seno del prestigioso Collège de Francia. Durante la defensa de mi trabajo, nosotros discutimos esencialmente –apasionadamente- sobre la filosofía nietzcheana, las teorías astrológicas permanecían totalmente herméticas para mi interlocutor. Aún me cuestiono hoy en día este acontecimiento que es para mí un enigma: la realización de un proyecto tal con un filósofo cuya formación no le predisponía particularmente al estudio de problemáticas llamadas "esotéricas", en el seno de una universidad tradicionalmente hostil a la astrología.

Después de mi D.E.A., contacté con un filósofo de la universidad de Burdeos para presentarle un proyecto de doctorado que concernía únicamente a la astrología: para mí se trataba de defender una concepción moderna de la astrología y, finalmente, de presentar un verdadero tratado de astrología con sus "fundamentos" (fisiológicos, psicológicos, semiológicos...) y sus perspectivas ontológicas. Este proyecto no pudo ser llevado a Burdeos, y doy los motivos en la pequeña advertencia previa al Manifiesto.

Un largo período de investigaciones en solitario siguió a esto, y fue solamente en el transcurso del año escolar 1990-19991 cuando debería volver a la universidad, de nuevo a la Sorbona, esta vez gracias a Françoise Bonardel, autora de una tesis sobre la alquimia en Extremo Oriente. Mi proyecto estaba ya bastante avanzado, y la defensa tuvo lugar en la Sorbona, en la sala 113, el 19 de marzo de 1993, bajo la presidencia benevolente de Gilbert Durand, autor de las célebres Structures anthropologiques de l'imaginaire (Estructuras antropológicas de lo imaginario) (1963), y especialista internacional en la filosofía del símbolo y de lo imaginario. Fui nombrado doctor en filosofía ese mismo día a las 13 horas.

Jacques Halbronn se encargó de las invitaciones para los astrólogos, los responsables y jefes de diversas escuelas y grupúsculos franceses. Sólo tres de ellos, según mis recuerdos, se dignaron a desplazarse –tres mujeres-. Poco después de mi defensa, si los hechos que me relataron son exactos, una astróloga célebre en los medios de comunicación, vendedora de horóscopos y de predicciones, Élizabeth Teissier, nacida en 1938, que proclamaba después de una decena de años, si no son más, que la astrología debía llegar a las entidades de enseñanzas superiores, aprovechó la ocasión para reunirse con los miembros de mi jurado y presentar a su vez, ante ellos, a principios de este año 2001, la tesis de sociología que se le conoce.

Algunos cientos de tesis sobre astrología han sido defendidas en las universidades americanas y europeas desde principios de este siglo (cf. mi artículo sobre la web del C.U.R.A.: http://cura.free.fr/esp/09authds.html). La principal característica externa de mi tesis reside en el hecho de que no se trata ni de una tesis histórica, ni de una tesis psicológica, ni sobre todo junguiana, ni de una tesis psico-estadística, ni, por supuesto, de una tesis sociológica, sino de una tesis de filosofía y de astrología, dicho de otro modo, no de una tesis sobre astrología, sino de una tesis de astrología. En este sentido, se trata de una primicia mundial, y se puede decir que en 1993, la astrología entró verdaderamente en la universidad –de París-, incluso si los universitarios parisinos no están predispuestos en su mayoría, y en razón del consenso ideológico que tiene que ver con la cuestión de las llamadas "pseudo-ciencias", a extraer las consecuencias de este acontecimiento.
 

El Manifiesto por la Astrología (publicado en Internet en Noviembre de 1999, y traducido al español por Angeles Rocamora) se ha vuelto a trabajar a partir de las conclusiones de mi tesis. En una parte polémica de mi tesis, titulada "¿Quién tiene miedo de la astrología?", en homenaje al dramaturgo Edward Albee que describe el cinismo y la fragilidad de la intelligentsia americana en los años 50 y 60, traté de fustigar la argumentación antiastrológica clásica, y de mostrar que ésta descansaba en parte sobre el aire, en parte sobre los presupuestos ideológicos de la mentalidad moderna tomada en su conjunto.

En los repetidos ataques de los intelectuales salidos de diferentes disciplinas (astronomía, psicoanálisis, psico-estadística, sociología, historia), he podido constatar que no existía ningún argumento decisivo en contra de la astrología, e incluso que la mayor parte de estos argumentos no se desmarcan de sus antecedentes vigentes en la época del racionalismo anticuado de los siglos XVIII y XIX. Dicho de otro modo, la astrología es víctima de una presión ideológica de naturaleza cientifista. Los diferentes ideólogos retribuidos por las universidades, reaccionando en el marco de sus respectivas disciplinas, han establecido una condena multívoca de la astrología, orquestada por su fobia común.

El astrónomo en primer lugar, es el menos competente, en mi opinión, para hablar de astrología. Es como si se le pidiera a un zoólogo o a un anatomista que rindiera cuentas de la psicología. Por otro lado, ningún astrónomo ha mantenido, según mis conocimientos, ningún trabajo de investigación que tenga que ver con la astrología. Los pocos astrónomos que han tratado aquí o allá el tema, adeptos a círculos escépticos o de agrupamientos racionalistas, han encontrado en esta actividad denigrativa, amplificada por los medios de comunicación, el medio de darse a conocer, cosa que su actividad de astrónomo, aparentemente, no les permite.

Los historiadores de las ciencias y de las religiones, que durante mucho tiempo han negado la existencia misma de la astrología, se han visto obligados a rendirse a las evidencias: la constatación de su omnipresencia en el seno de las culturas más diversas. Ellos suelen rendir cuentas de ella, a menudo como un vestigio de un pasado ya acabado, como de una anomalía del espíritu humano en busca de creencia y de irracionalidad.

La astrología viva, actual, se da como pasto para los análisis de los sociólogos y de los psico-estadistas, los cuales están sesgados por la ignorancia de los primeros y su malignidad de estudiar sólo los sucedáneos de astrología divulgados en los medios, y por la incapacidad calculada de los segundos para establecer los tests adecuados que podrían poner en evidencia la realidad del hecho astrológico.

Pero hay otros dos actores que participan activamente en esta empresa de denigración generalizada de la astrología, actores esenciales sin los cuales toda empresa, por supuesto no concertada, decaería: los editores, periodistas, vendedores de libros y empresarios de los medios, y los astrólogos mismos, al menos los vendedores de horóscopos y de cartas astrales. Toda la ideología anti-astrológica común, fabricada en los talleres de los departamentos universitarios, se desmoronarían completamente si cesara la actividad de estos cómplices consentidores.

Que el problema ideológico e incluso político de la práctica astrológica ha escapado a la mayor parte de los astrólogos no debe sorprendernos: siglos de cálculos en solitario, de rechazo, de vejaciones de toda clase, ha hecho de los astrólogos unos parias y unos marginados de las empresas y proyectos culturales modernos. Las revistas astrológicas, que sin embargo contienen a menudo artículos de mayor envergadura que numerosas revistas literarias de segundo plano, no han tomado su sitio en las bibliotecas de investigación, incluso muy a menudo ni en el censo oficial de las bibliotecas estatales. Es así pues, que los equipamientos culturales con sus hordas de sirvientes a menudo ignorantes, han tratado –en vano- de erradicar la presencia astrológica de la carta cultural.

La astrología no tiene derecho a una biblioteca, ni a un centro de investigación. Sufre de un pasado que se deshilacha y que permanece como propiedad privada de los especialistas de la historia antigua, y de un presente expuesto a la rapacidad de los sociólogos y a sus comprobaciones amañadas, o incluso a la astro-estadística que trata de hacerla pasar por el aro de la medida de las rejillas de lectura, que se quedan por debajo de su lógica y de su complejidad. Los astrólogos son, sin embargo, los depositarios legítimos de este saber, incluso si ellos mismos no entienden siempre lo que hacen.

La astrología da miedo, ya que si la astrología tiene razón, si hay efectivamente Aries y Capricornios, lunares y jupiterianos, todo el edificio moderno de intercambios es lo que se desvanecería; es, sobre todo, el conjunto de los mercados y de la economía, basados esencialmente en el intercambio de necesidades y de deseos, lo que corre el riesgo de no encontrar ya su clientela.

Sin embargo, yo no he escogido el llevar a cabo la defensa de la astrología por compasión o por un saber cuyo desuso podría prestarse a discusión, o por una atracción más o menos morbosa hacia un saber abandonado y que, sin embargo, posee su riqueza, no sólo por esto: sino también por ambición y tras una reflexión de conjunto sobre el estado de la filosofía moderna, y sobre el esclavismo del pensamiento en general a lo que es ajeno a él: el no-pensamiento, bien sea de naturaleza política, tecnológica o económica. Ya que la filosofía en sí misma ha llegado a un impás y a una desertización del proceso mismo de pensar.

Y estas reflexiones paralelas sobre la incompatibilidad de la astrología en el contexto cultural moderno, así como sobre la ruina de la filosofía contemporánea –ya que yo siempre he sido, de acuerdo con mi carta natal, simultáneamente filósofo y astrólogo- me han conducido a la verdadera cuestión: pensar la astrología –cuestión por otro lado recientemente retomada en Francia, en un tono escéptico, y además sin gran contenido de pensar, por ideólogos sin imaginación del pensamiento único.
 

He mostrado en la primera parte del Manifiesto, precisamente, no que se podía pensar la astrología, sino que ha llegado el momento de hacerlo. Así es como han nacido algunos conceptos que me han parecido esenciales para comprender, si no explicar, el hecho astrológico. Ya que para el astrólogo, y sin que sea necesario hacer una llamada a medidas y evaluaciones externas de orden estadístico, la astrología es un hecho, por ello mismo él mantiene su convicción de astrólogo. La astrología no es un asunto de tests y de probabilidades, sino de consentimiento personal, de compromiso con un conjunto de representaciones mentales que ha barrido ya las que antes ocupaban la conciencia. El astrólogo ha comprendido, ha visto, eso a lo que otros han permanecido insensibles, la experiencia en su pleno sentido, una experiencia que trae en sí toda exterioridad: experiencia de mi diferencia, experiencia de la especificidad de los demás, experiencia de la armonía que coordina estas diferencias, experiencia de las herramientas representativas que ordenan esta armonía.

Algunos conceptos han nacido a partir de estos interrogantes: lo impresional, la razón matricial, la matriz. Lo impresional explica la experiencia astrológica inmediata, antes que el saber astrológico se constituyera en tanto que saber, antes incluso de que los símbolos aparecieran para cernir diferencias de cualidad. Lo impresional es una pura posibilidad. Sea cual sea su cantidad, éste permanece indiscernible, ya que es la marca psíquica evanescente de una reacción orgánica a la presencia astral. El error de los tratados astrológicos del pasado, sin hablar de los tratados presentes, es haber querido determinar por medio de contenidos diversos, a menudo por desgracia marcados por un pragmatismo sobreestimado, una suerte de afecto que debe permanecer indeterminado. El error de las interpretaciones de cartas natales es el querer dar un "servicio psicológico", simulando las psicologías materialistas modernas, incluida la junguiana, para no llegar finalmente más que a un empobrecimiento del afecto inicial. Y aquí haré un silencio sobre lo que tiene que ver con las predicciones.

La Razón Matricial permite a la conciencia separar los impresionales, y discernir sus diferentes modalidades. Ella preside el acto de conocimiento astrológico, ya que permite un reparto equitativo de los impresionales ante la conciencia. Ella es susceptible de rendir cuantas de la diferenciación de los impresionales, así como de las representaciones mentales. Por medio de la razón matricial, lo real es dado no por elementos, sino en su totalidad, ya que las estructuras astrológicas son globalmente operativas para el psiquismo. Y por prolongar mi introducción a La Democracia de Tocqueville (en la web del C.U.R.A.: http://cura.free.fr/docum/11toc-es.html) y mi reflexión sobre la noción de ideología, yo tendría tendencia a pensar que toda filosofía creativa es por naturaleza "matricialista" y que todo sistema de pensamiento pobre es lo inverso, es decir, aferrado a una ideología.

En fin, la Matriz es el objeto mismo del saber astrológico, su objeto final. Es por un lado la superestructura común a las estructuras astrológicas (el Planetario, el Dominion, la Cíclada y el Zodíaco) de la que los astrólogos no utilizan generalmente, inoportunamente, más que elementos separados –que ellos llaman símbolos; ella es también la razón de ser de la existencia de estas estructuras, en tanto que éstas no son ni serán jamás, más que proyecciones contingentes - más o menos bien informadas ya que son dependientes de los avatares culturales y de los conocimientos extra-astrológicos, en particular de orden astronómico -, de la Matriz astral.

He preferido realizar una exposición breve que tiene la ventaja de no solicitar más paciencia de la necesaria por parte de mis auditores, a fin de estar a su entera disposición para tratar de responder a sus eventuales preguntas.



Referencia de la página:
Patrice Guinard: La historia del 'Manifiesto por la astrología' y su significado
http://cura.free.fr/esp/18andoes.html
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